2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país.
Este blog se dedica a la imaginación y a la reflexión acerca del mundo social y político que nos rodea desde una perspectiva que pretende ser analítica e independiente de intereses partidistas. Mezclaremos como podamos el Derecho, las Ciencias Sociales, las Humanidades y la experiencia.
jueves, diciembre 28, 2006
PUEDES IR PERO NO VENGAS
2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país.
viernes, diciembre 22, 2006
EL SUEÑO DE LA IGUALDAD
miércoles, diciembre 20, 2006
A LA BÚSQUEDA DE LA DIGNIDAD HUMANA
-La "dignidad humana" corresponde a todos los miembros de la especie humana, con independencia de cuáles sean sus circunstancias personales o sociales.
-La "dignidad humana" no se pierde. No varía según el comportamiento. Todos la conservamos hagamos lo que hagamos; nadie pierde sus derechos humanos.
-La "dignidad humana" debe ser el valor superior y no se supedita a ningún otro. Ciertamente, a veces la dignidad de unas personas y otras podrá entrar de algún modo en contradicción y habrá que tomar decisiones. Pero nunca podrá afectarse a la dignidad humana para defender un valor que no sea ella misma.
Estos tres principios son muy básicos, muy abstractos y no nos resuelven la inmensa mayoría de los problemas. Pero son un punto de partida; de hecho, hay mucha gente que no los comparte ni siquiera en abstracto.
El problema más gordo es el de definir y concretar los contenidos de la dignidad humana, porque estas convicciones, siendo importantes, no son contenidos. La experiencia de la dignidad es una especie de chispa que nos pone en funcionamiento; es como una utopía, como una estrella, como un Paraíso Perdido o un Cielo escatológico; tiende a ser absoluta, ilimitada, indefinida, pero luego corre el riesgo de tropezarse contra la realidad como si esta fuera un muro de piedra negra y fría. Una vez encendidos con la llama de la dignidad, hemos de esforzarnos por encarnarla, por darle forma concreta y material. Como el cartel de la imagen, es algo que sólo se atisba, pero nunca se contempla por completo, como un sueño que responde todas las preguntas y apenas se olvida al amanecer.
Los Derechos Humanos son una concreción moderna bastante buena de la dignidad, pero aún son una concreción abstracta, general, simbólica, que sigue habitando en el mundo de las ideas platónicas. Algo con lo que podemos estar de acuerdo en general, pero que luego hay que llevar a (y definir en) la batalla de cada día.
No hay varita mágica que nos resuelva la papeleta, pero las ideas-fuerza siempre nos aportan alguna ayuda. Así que vamos a profundizar primero en la contradicción permanente que existe entre dignidad humana y estructura social, para luego pasar a sus concreciones en el fenómeno migratorio, es decir, cómo el derecho humano a migrar se tropieza con el muro de la realidad social.
jueves, diciembre 14, 2006
LOS DERECHOS HUMANOS ¿SON UNIVERSALES?
Pero todavía, en nuestro ansia por encontrar referencias, podemos sentir la tentación de contemplar los Derechos Humanos como universales éticos, más allá de las diferentes culturas y así -supuestamente- "blindarlos" de la crítica sociocultural emprendida por sus detractores. ¿Son los Derechos Humanos universales, más allá de toda cultura? Bueno, ¿qué entendemos por "universal"?
Si su "universalidad" tiene que depender de que todas las personas, a lo largo de los tiempos hayan creído en ellos, entonces está claro que no lo son. Podemos concebirlos entonces como universales en el sentido que mencionábamos en otras entradas, de "progreso" de la cultura humana como un todo; pero, una vez más tenemos que recordar que es imposible valorar positiva o negativamente la evolución cultural al margen de nuestros propios valores, culturalmente condicionados. Está bien que valoremos, pero siempre lo hacemos desde nuestra posición, nunca somos "neutrales", por encima del Bien y del Mal. Está bien saberlo... y seguir tomando partido. Luego hay otro problema en el que no entraremos de momento: la gente que formalmente cree en los Derechos Humanos también es capaz de vulnerarlos, cual creyente pecador, buscando la excusa apropiada o la definición del derecho más conveniente; cómo suele suceder con las normas más básicas, su necesaria ambigüedad e inconcreción son la clave de su éxito y del consenso que articulan a su alrededor. Esto apunta simplemente una obviedad: estar de acuerdo en los Derechos Humanos no nos resuelve la vida, por más que nos sirva de orientación.
A mí me parece claro que los Derechos Humanos, tal y como se han materializado en la práctica, son un producto cultural concreto, condicionado por patrones culturales previos (la herencia de la concepción liberal e ilustrada del Hombre); también son un producto de la mal llamada "cultura occidental", es decir, de la "racionalidad moderna" y de hecho sus concrecciones tienen sentido en sociedades modernas. Lo que pasa es que, aunque a lo mejor no nos habíamos dado cuenta debido al etnocentrismo, las sociedades modernas están ya casi en todas partes.
Repasando rápidamente el texto de la Declaración "Universal": ¿Tiene sentido en todas las sociedades humanas imaginables el derecho al recurso ante los tribunales competentes frente a alguna vulneración de sus derechos humanos? ¿qué pasa con el derecho a elegir residencia en el territorio de un Estado si no hay Estados? ¿en qué consiste el derecho a la nacionalidad entre los aborígenes de la selva? ¿qué pasa con el derecho a la seguridad social entre los beduinos del desierto? ¿en qué consiste el derecho a fundar sindicatos en una sociedad de cazadores-recolectores? ¿como se garantiza la instrucción técnica y profesional en una sociedad "primitiva"? ¿como garantizamos los derechos morales y materiales de autor en el caso de los goliardos medievales? Es evidente que la concreción positiva de los Derechos Humanos está culturalmente condicionada. Esto no es "malo", simplemente es así.
De hecho, cuando nos vamos a culturas alejadas, incluso puede haber problemas de "traducción". Cuentan que cuando se traducía la Declaración "Universal" a la lengua maya tzetzal no había una palabra auctóctona para "Derecho" y utilizaron la palabra 'ich, que por lo visto significa algo así como "respeto". Pero ese "respeto" no necesariamente implica sujetos libres e iguales entre sí; por ejemplo, parece que se aplicaba a la institución del matrimonio, concebida claramente como desigual.
Estos problemas de traducción no implican imposibilidad de comprensión. Y en ese sentido, los Derechos Humanos SÍ son universales culturales; cualquier ser humano es potencialmente capaz de comprenderlos y de asumirlos; sus concreciones actuales son más fáciles de comprender a medida que la "racionalidad moderna" se expande implacablemente. Pero más importante aún es darse cuenta de que en el fondo, en la raíz, en la base de los Derechos Humanos, proporcionándoles legitimación (porque podemos interiorizarlos) y justificándolos hay una experiencia que sí es común a toda la especie humana, si la planteamos en abstracto: la de la dignidad humana. Esta experiencia de la dignidad humana no siempre es preponderante, en ninguna cultura, no siempre se impone sobre otros valores, experiencias y sensaciones; pero hay datos que nos permiten deducir que, de una manera u otra ha estado presente en todas las culturas a lo largo de la historia: como el amor, como la envidia, como el miedo, como el odio, como la rabia. Esa percepción de la dignidad de otro ser humano, la llamemos como la llamemos, viene en el paquete de hardware de la Humanidad.
jueves, diciembre 07, 2006
¿INTERCULTURALIDAD, ENTONCES?
Los "xenófilos" apenas utilizamos ya la vieja categoría de "multiculturalismo" y preferimos utilizar el término de "interculturalidad". ¿Qué es eso, una nueva moda? ¿Hay algún cambio de actitud real en esa nueva etiqueta? Profundizar en ello es uno de los contenidos de este blog, que trabajaremos de vez en cuando. En este momento me interesa simplemente marcar que la expresion puede tener diversos sentidos. Todos pueden ser positivos, pero no es inútil separarlos analíticamente para saber de qué se habla en cada caso:
- La "interculturalidad" como hecho.- La primera dimensión de la interculturalidad es descriptiva. Se limita a enunciar lo que casi todos saben pero no todos asumen como una realidad inescindible de su tiempo. Nuestra sociedad es intercultural, en el sentido de que los sistemas, subsistemas y contextos culturales que dan sentido a las acciones son muy variados y diversos, interaccionan entre sí: se crean se recrean, se mezclan y se confunden; día a día se cruzan por la calle y conviven personas cuyos "mundos de vida" divergen en distintos grados. Nuestra sociedad ya era intercultural antes de que empezaran a venir inmigrantes, aunque ello pudiera aparentemente ser frenado por ideologías homogeneizadoras y aunque ahora se quiera descargar el peso de la interculturalidad exclusivamente sobre los extranjeros para sentirnos seguros creyéndonos uniformes; con la llegada de inmigrantes, es todavía más intercultural. Asumir e interiorizar verdaderamente este hecho es indispensable para, a partir de ahí, elaborar estrategias adaptativas inteligentes.
- La "interculturalidad" o la "convivencia intercultural" como valor.- La segunda dimensión de la interculturalidad es valorativa y no se desprende automáticamente de la realidad, sino que es un juicio de "valor": la interculturalidad es un factor positivo. Aún siendo una experiencia no verificable, no está del todo desconectada de los hechos: en primer lugar, porque una perspectiva optimista -siempre que no sea ingenua- puede ser una estrategia inteligente para adaptarse a la interculturalidad como hecho; en segundo lugar, porque desde el punto de vista del individualismo y de la racionalidad moderna en los que estamos imbuidos, la diversidad de pautas amplifica nuestras posibilidades de actuación; nos proporciona más instrumentos para elegir, nos proporciona un mayor conocimiento social; nos permite cuestionar nuestros propios valores para reafirmarnos en ellos si funcionan o abandonarlos cuando dejan de tener sentido... Pero, todo esto ¿para qué?. Si la interculturalidad se erige como valor absoluto, entonces empezamos a encontrarnos con problemas éticos similares a los del "relativismo absoluto" y a los del "multiculturalismo". ¿Interculturalidad para qué? ¿Interculturalidad hasta dónde? ¿Interculturalidad hacia donde? No creo que casi nadie esté dispuesto a firmar la interculturalidad como un contrato en blanco. Así pues, necesitamos algún otro criterio -aunque sea necesariamente abstracto y problemático- para enjuiciar a la propia interculturalidad.
- La tercera dimensión de la interculturalidad sería la convivencia intercultural como mito, como aspiración, como ideal o modelo de sociedad, como experiencia existencial. Todos los mitos son verdaderos, pero nunca de modo empírico, sino como formas de expresión de la experiencia humana y como pautas que la experiencia humana continuamente recrea. No sé quién dijo que los ideales son como las estrellas; uno nunca llega a ellas pero sirven de orientación al caminante. El modelo "perfecto" de convivencia intercultural es seguramente irrealizable, pero, de un lado deriva de experiencias concretas -aunque incompletas- que hemos tenido; de otro lado, conforma nuestras experiencias futuras cuando tratamos de recrear el mito desde el "érase una vez" hasta el ahora, siempre limitadamente. Para construir ese mito hay que estar atentos a la experiencia; pero creo que también hay que tener algunas ideas claras. Y para eso tenemos que buscar ese perdido valor de referencia del que hablábamos antes. Algo, aunque sólo sea un concepto abstracto que rellenar en la práctica y que nos aporte sentido hacia el que dirigir nuestro mito. Algo que nos ayude a concretar en cada caso por qué tienen que convivir las "culturas", hasta dónde y de qué manera.
domingo, diciembre 03, 2006
UNA MÁQUINA ENGRASADA... AL SERVICIO DE LO IRRACIONAL
sábado, noviembre 25, 2006
DE LA "CULTURA OCCIDENTAL" A LA "RACIONALIDAD MODERNA"
sábado, noviembre 18, 2006
SALVAJES, BÁRBAROS, CIVILIZADOS
Antes de que Boas pusiera de moda la noción particularista de "culturas", predominaba entre los pioneros de la Antropología una noción distinta de "cultura" (la definición más famosa es la que propuso Tylor). A partir de una metáfora agraria (la cultura era el fruto de haber "cultivado" el espíritu), se empezó a hablar de la "cultura" como un producto general de la actividad humana. Desde esta perspectiva, la "cultura humana" era una sola cosa y se trataba de un proceso de acumulación en la historia de la humanidad que atravesaba diversos estadíos evolutivos (normalmente llamados "salvajismo", "barbarie" y "civilización"). En cierto modo, en función de su posición en la escala evolutiva, las sociedades podían tener más o menos "cultura". Todavía hoy seguimos diciendo que una persona "tiene cultura" o "es culto" o es "inculto", lo que concuerda con el origen etimológico ("cultivar" el espíritu), pero también con esta noción acumulativa. Lógicamente, esto no tiene nada que ver con las definiciones modernas, que, recordemos, hablaban de la cultura como un contexto que da sentido a la acción humana.
viernes, noviembre 10, 2006
ETIQUETAS ÉTICAS ÉTNICAS
Pero en la discusión ética y política, las etiquetas son frecuentemente un lastre: en primer lugar, desvían continuamente la conversación desde los contenidos que se pretendían debatir hacia las supuestas características personales de los interlocutores; en segundo lugar -y es lo que me interesa destacar-, conducen a argumentos circulares en los que tendemos a camuflar nuestros intereses (materiales o simbólicos) situándolos en la etiqueta que nos resulte más oportuna. Casi nadie es partidario de la "Injusticia" y casi todos nos llenamos la boca defendiendo la "Justicia"; si fuera sólo por la etiqueta, estaríamos todos de acuerdo. Y sin embargo, aquello que metemos en la "caja" de la Justicia diverge de una persona a otra y casi siempre está condicionado por sus intereses. Argumentar a base de etiquetas es muy cómodo: nos permite evadirnos del pronunciamiento sobre contenidos concretos. Y es más cómodo cuanto más amplias, ambiguas y omnicomprensivas son nuestras etiquetas: no hay nada como generalizar acerca de los "musulmanes" -refiriéndonos a unos 1200 millones de personas pertenecientes a grupos étnicos y contextos sociales, económicos y culturales muy diversos-, salvo quizás dedicarnos a hacer grandes declaraciones sobre la presunta "cultura occidental" (a la que dedicaremos otras entradas). De este humus se nutren el "choque" y la "alianza" de civilizaciones: de una concepción "esencialista cultural" que habla de las "civilizaciones" como si fueran cosas tangibles y separadas, que "existen" como existe un árbol o una piedra y no categorías construidas socialmente en función de la perspectiva y de los intereses de cada uno.
Es muy fácil argumentar que una "cultura" es "superior" a otra; de la misma manera es sencillo argumentar que "todas" las "culturas" son "iguales"; un buen sofista puede defender ambas cosas, incluso partiendo de unos valores comunes y consensuados. Puesto que las "culturas" son categorías artificiales para generar conocimiento, basta con definirlas de la manera que más nos interese.
Por ejemplo, si nos interesa emprenderla contra los "musulmanes" (para justificar determinados intereses materiales o para tener un "Otro" al que oponernos con objeto de obtener identidad social positiva), basta con meter en el saco del Islam todo aquello que realicen personas adscritas a esta religión: ya sea la mutilación genital femenina, el burka, el terrorismo "islámico", o incluso cosas tan alejadas de la religión como los disturbios parisinos (ignorando los importantísimos factores socioeconómicos). El resultado del razonamiento estaba predeterminado dogmáticamente: nada ni nadie puede hacernos desistir de nuestro prejuicio; cualquier cosa que se salga de nuestra visión interesada podría interpretarse como sutiles mentiras destinadas a propiciar una futura "invasión", incoherencias de los sujetos con la "verdadera esencia" de su religión (siempre aquello que menos nos gusta de ella) o pequeñas liberalidades propias de "falsos" musulmanes o de personas en proceso de dejar de serlo.
Ante estas declaraciones, otros podemos reaccionar "a la defensiva"; es normal que lo hagan los "musulmanes", por ejemplo, si ven "agredida" su identidad (como si a alguien que se considera "de derechas" le dicen que ser "de derechas" implica por narices ser partidario del franquismo y no le parece). Pero muchos que no somos musulmanes salimos a la defensiva, en el mejor de los casos con nuestro "interés" puesto en eliminar esa degradación simbólica de las personas por adscribirlas a una etiqueta (y en el peor de los casos por adscribirnos irreflexivamente a la moda progre de turno). De una manera o de otra, nuestra defensa consiste en sacar de la "etiqueta" todo lo que no nos gusta: y así destacar que el burka no está prescrito en el Corán, que la mutilación genital femenina es una práctica cultural ajena al Islam que a veces coincide y a veces no con su ámbito de expansión, que los terroristas "islámicos" están teóricamente cometiendo "pecado" tanto por homicidas como por suicidas o que en 1991 hubo unos disturbios de inmigrantes hispanos en Mount Peasant (Washington) que recuerdan en algo a los de París en condiciones estructurales de cierta semejanza. En esta defensa se nos olvida que estamos hablando por la identidad de otros y que a este respecto son bastante más autorizadas las opiniones que tengan los musulmanes (unos y otros) que las nuestras; y que, en ciertos casos, algunos musulmanes pueden considerar que estas conductas guardan relación con su religión (ignorar esta conexión, significativa para ellos nos puede dar una visión deformada del asunto). En resumen, no ser conscientes de que simplemente nos estamos adscribiendo a la opinión que más nos interesa y que la apoyaríamos aunque fuera completa y absolutamente minoritaria.
A esta discusión sobre las "esencias" de la "musulmanidad" habrá que dedicar otras entradas. Ahora es un simple ejemplo de cómo razonando por etiquetas todo vale, vale todo. Y los discursos pueden terminar quedando vacíos de contenido por empeñarse en colgar sambenitos positivos o negativos sobre las personas en lugar de referirse DIRECTAMENTE a dilemas éticos o políticos y enjuiciar comportamientos, no colectivos. Hablemos del burka, de la mutilación genital femenina, etc., la hagan los "musulmanes", los klyprogianos o los Guerreros de la Luz (religiones inventadas sobre la marcha); y no proyectemos automáticamente sobre los Otros todo lo que no queremos, no sea que así (y al ignorar por irrelevante todo lo que no se corresponda con nuestro prejuicio) estemos precisamente dando alas a nuestros miedos.
¿Pero entonces, no puede hacerse crítica socio-cultural sin caer en la trampa? ¿Puede hablarse de conductas concretas sin utilizar la muletilla de las etiquetas? ¿No puede criticarse el Islam, el cristianismo, el liberalismo, el anarquismo, el socialismo, el comunismo, el fascismo, el nazismo, etc.? Lo importante es dónde está el énfasis, pero dónde está DE VERDAD, no formalmente, porque el razonamiento "por etiquetas" que describo opera casi siempre de manera inconsciente. Cuando el énfasis está en los comportamientos concretos, sabemos e interiorizamos que las etiquetas son sólo "muletillas" para poder englobar conceptos y que pueden tener mayor o menor consistencia estadística, pero que nunca son absolutos; así, nuestras etiquetas quedan matizadas, estamos dispuestos a dejar que la realidad nos las desmienta, en algún caso o en la mayoría. Cuando el énfasis está en los sujetos y LO IMPORTANTE SON LAS ETIQUETAS, entonces estaremos dispuestos a creer lo que haga falta para satisfacer nuestros intereses inmediatos; seremos auténticos cruzados del odio... o del "multiculturalismo"; y todo ese paraíso artificial, ilusorio, creado para sentirnos cómodos nos mantendrá sedados e incapaces de reaccionar de manera responsable y consciente ante la nueva realidad de los tiempos interesantes que se nos avecinan.
Pero antes de renunciar del todo a la pregunta-trampa de si hay culturas superiores a otras (que en mi opinión nos despista y nos aleja del trabajo intercultural realmente necesario), hay que plantearla de otra manera. ¿Pero... no hay algo en la llamada "cultura occidental" que la hace "superior" a todas las demás debido a su éxito empírico?
lunes, noviembre 06, 2006
LA NEUTRALIDAD APARENTE
Me parece útil sacar a la palestra la distinción entre juicios de hecho y juicios de valor (yo añado un tercer tipo mixto pero no viene al caso). Los sofistas ya advirtieron que, al contrario que los juicios de hecho, los juicios de valor no son verificables empíricamente. Si yo digo "El blues mola" o "hace frío" no hay manera de comprobar objetivamente si "tengo razón"; todo lo más, se pueden convertir en juicios de hecho verificables "A Antonio le gusta el blues" o "Antonio tiene frío", o bien hacerse cálculos estadísticos para saber si a mucha gente le gusta ese tipo de música, o se puede medir la temperatura y deducir si mi sensación es anómala en comparación con la que sentirían la mayoría de las personas. Los relativistas extremos caen en la trampa de creer que, por el mero hecho de que estos juicios no son "objetivos", carecen de sentido (¡como si las personas fuéramos objetos!) y así, se niegan así mismos al negar su propia experiencia de valoración de la realidad. Por ejemplo, salvo que tengamos un día especialmente ingenuo, somos conscientes de que la razón de nuestro cariño por la gente que queremos no estriba en sus especiales cualidades objetivamente mensurables y contrastables, de manera que fueran el resto de las personas del mundo las que hubieran errado en sus preferencias; pero ello no nos impide seguirlos queriendo y disfrutar (o sufrir) esta experiencia.
El relativismo arcaico tendía a considerar que los juicios de valor eran completamente "subjetivos", lo que no es del todo cierto, dado que en realidad son "intersubjetivos", es decir, compartidos. En primer lugar, son intersubjetivos debido a la "unidad psíquica de la humanidad", es decir, al hecho de que todas las personas estamos hechas más o menos de la misma pasta; así un chirrido infernal y ensordecedor que dura una hora y hace daño al oído no podrá parecerle a nadie una música hermosa, por más vanguardista que sea, nadie tiene "calor" a cincuenta grados bajo cero y tienen que darse circunstancias muy especiales para que un padre no quiera a su hijo. En segundo lugar, son intersubjetivos porque se comunican, se difunden, se propagan, se negocian, se reformulan en distintos contextos sociales y culturales; así, al margen de teorías místicas sobre la música circulando por la "sangre", un "gitano" "español" tiene bastantes probabilidades de disfrutar del flamenco porque esta música haya formado parte de su historia personal; "el roce hace el cariño" e incluso el frío puede contagiarse en algún caso. Si el relativismo arcaico cargaba las tintas en el "subjetivismo", el relativismo "multicultural" tiende a magnificar esta influencia de la "cultura" considerada como una "cosa" homogénea que determina casi completamente la conducta del individuo. Así, lo que hacemos está determinado por nuestra "cultura", de manera que todos los juicios morales son relativos, porque son culturales y todas las "culturas" son iguales en dignidad dado que cualquier comparación que se haga entre ellas será "etnocéntrica".
Este argumento cae en la típica contradicción del relativismo extremo. Parece una opinión objetiva, científica, impersonal, al margen de todo etnocentrismo. El robot alienígena e inhumano "Neutro" con el mundo en sus manos que aparece en la ilustración. No obstante, ahora que nos hemos desembarazado de una visión esencial de las culturas es más fácil ver que los "multiculturales" están también -como todo el mundo- culturalmente condicionados. Boas y sus epígonos no surgieron del vacío de la inexistencia ni del corazón de la selva amazónica, sino de una sociedad concreta: la sociedad norteamericana a finales del siglo XIX y durante el siglo XX. Aunque hay experiencias de relativismo por doquier, el multiculturalismo tal y como lo conocemos sólo puede surgir en una sociedad funcionalmente especializada, "individualista" en el sentido de Berger y Luckman (es decir, la gente está acostumbrada a cambiar de "roles", de manera que estos no se imponen tan automáticamente como en las sociedades menos complejas y puede contemplarse el rol social con cierta distancia). Los multiculturales estaban imbuidos de "cultura occidental" -si es que el término significa algo- y también de "cultura multicultural" en la medida en que en las sociedades modernas conviven diversos patrones ideológicos, que, por supuesto, son también "culturales" en el sentido que utilizábamos en las entradas anteriores.
martes, octubre 31, 2006
DE LAS "CULTURAS" A LO "SOCIOCULTURAL"
Sucede que el esquema de las "culturas" se desarrolló en un momento determinado en el que los antropólogos se disponían a registrar compulsivamente todo un universo de universos que se les escurría de las manos y estaba a punto de desaparecer, o más bien de transformarse por completo: la miríada de sociedades tradicionales escasamente influidas por la "modernidad" que "gozaban" de un cierto aislamiento. Poco a poco, a medida que el objeto de estudio de la Antropología se iba extinguiendo, los antropólogos tuvieron que buscarse el curro y el pan de sus hijos en otra parte. Primero, se fueron al campo, para documentar las formas de vida tradicionales que también estaban en vías de transformación; luego, siguieron a sus "nativos" a los cinturones de las grandes ciudades, y empezaron a analizar los problemas de los migrantes. Se asomaron poco a poco a sectores de la "sociedad moderna" que, debido a la marginación social a la que estaban sometidos, se encontraban en una cierta situación de "aislamiento", lo que permitía la identificación de "subculturas" diversas (drogodependientes, pandilleros juveniles, homosexuales, etc.) con ciertas divergencias "culturales" respecto de la sociedad "oficial". Con todo ese bagaje investigador, cuando se dieron de bruces con la sociedad moderna, descubrieron que distaba mucho de ser homogénea y que uno puede encontrar racimos de pautas culturales entre la aristocracia inglesa, los intelectuales y científicos norteamericanos, los suburbios de la clase media japonesa. En la práctica, la "cultura" había dejado de ser un sustantivo (las pautas homogéneas de un grupo) para convertirse en un adjetivo: "lo socio-cultural", que se diversifica y se articula en torno a distintas redes y grupos humanos.
Ciertamente, la dispersión geográfica y de comunidad política influyen enormemente en la diversidad cultural. Pero esta influencia, ni es absoluta ni tiene necesariamente que ser la más importante. Ciertamente, un indio andino que ha vivido toda su vida en la montaña puede sentirse extraño en la Gran Vía de Madrid (o al contrario, un madrileño en los Andes), pero también un pandillero de barrio bajo madrileño notaría divergencias socioculturales en la recepción de un Embajador en Madrid y un Doctor en Filosofía podría tener problemas para comprender los sobreentendidos de los chascarrillos de una juerga gitana, qué sé yo. Si estudiamos la "cultura" de los profesores de la Universidad española y nos encontramos con un profesor marroquí de ideología izquierdosa ¿qué etiqueta será más útil para predecir el comportamiento de esta persona? ¿Su adscripción al grupo de los "profesores de Universidad española", su origen "marroquí" o su "progresismo"? Pues dependerá de la persona y de su historia personal, del tipo de conducta que se pretenda predecir y del contexto concreto en el que se plantea ¿Necesariamente la determinación de lo "cultural" viene marcada por el origen étnico en mayor medida que los demás factores? Pues está claro que no.
Así, viene a decir Clifford Geertz que la "cultura" es el contexto (social, simbólico, de significados, de expectativas, etc.) que aporta sentido a una "descripción densa", es decir, a una descripción del comportamiento humano efectuada en términos significativos; siguiendo más o menos su ejemplo, si alguien guiña un ojo puede que tenga un tic, que esté intentando ligar, que indique complicidad (como para que alguien le siga una broma), que indique complicidad sobre una complicidad falsa (como si guiña el ojo para fingir que está pidiendo a alguien que siga la broma pero que todos vean que es fingido), etc, etc, etc. La "cultura" es el conjunto de expectativas, de significados compartidos que dan sentido a este comportamiento, que lo provocan o que permiten calificarlo socialmente. Hay pautas culturales para entrar al autobús y en la cola de la carnicería. Todo comportamiento humano es "cultural": significa algo para el que lo lleva a cabo y significa algo para la gente de alrededor.
Este cambio de perspectiva, desde las "metafísicas" y trascendentes "culturas" hasta los comportamientos y prácticas REALES, empíricos nos impide escapar de tratar problemas éticos, valorativos. Cuando uno restringía -arbitrariamente- las "culturas" a las distinciones "culturales" motivadas por la separación geográfica y los lazos de parentesco, era más fácil escapar a estos dilemas razonando por etiquetas (en la siguiente entrada veremos cómo). Pero ahora, cuando descubrimos que un grupo de skinheads golpeando "salvajemente" a un inmigrante está realizando una actividad significativa en un contexto determinado (conforme a patrones socio-culturales) ¿podemos seguir diciendo que todos los productos culturales humanos son "iguales"? ¿de lo mismo aplicar brujería que ciencia a tu herida? ¿es lo mismo que un varón golpee a su pareja a que la trate por respeto?, o por poner casos menos extremos ¿da lo mismo el liberalismo que la socialdemocracia? (donde es más fácil que opinemos cosas distintas, pero algo opinaremos). Es decir, renunciar a la crítica cultural es renunciar a la crítica, a la valoración de los acontecimientos, a tener criterio sobre las cosas. Esta pose -de un relativismo extremo-, niega y a la vez esconde y por tanto deja fuera de la posibilidad de autocontrol, nuestra propia experiencia humana de valoración de las cosas.
Esto nos conduce al segundo "pecado original" que aparece tendencialmente en el "multiculturalismo"; la apariencia de un punto de vista neutro.
lunes, octubre 23, 2006
PROBLEMAS ÉTICOS DEL ESENCIALISMO CULTURAL
Hemos quedado en que las "culturas" no son más que simplificaciones de la realidad, en cierto modo necesarias para hablar de ella; a grandes rasgos esto es lo que se llama un "esquema cultural": un modelo simplificado que nos han legado nuestros ancestros y se utiliza como herramienta para conseguir conocimiento. Sin embargo, cuando usamos mucho estos esquemas terminamos creyendo que son la "realidad objetiva". En cualquier caso, como adelantaba, esto no sólo deforma nuestro conocimiento, sino que también distorsiona nuestra acción ética y política. El modelo de las "culturas" plantea problemas desde la xenofobia (que termina por asumirlo, aunque viniera de los "multiculturales" antropólogos), pero también desde el llamado "multiculturalismo".
Los problemas desde la xenofobia son los más evidentes. Cuando decimos que nuestra "cultura" es superior a otra "cultura", casi siempre decimos entre líneas -incluso inconscientemente- que somos "superiores" a las personas que adscribimos a las culturas ajenas. En eso consiste aproximadamente la "Teoría de la identidad social" que se desprende del famoso experimento psicológico de Tajfel y Turner: para obtener una identidad social positiva se perjudica a los miembros del exogrupo. Estas razones simbólicas y otras mucho más materiales confluyen en el fenómeno que conocemos como "discriminación", que consiste básicamente en tratar desfavorablemente a los individuos por razón de una generalización derivada de su adscripción a un grupo. En abstracto, a todos nos parece repugnante, puesto que choca con nuestra cultura "liberal" que impone que a la gente se la trate por sus propios méritos o deméritos y no por la etiqueta étnica que se les ha puesto. En concreto, la discriminación sólo nos parece repugnante cuando se corresponde con algunas circunstancias que han accedido al reino de lo políticamente correcto, pero no cuando encaja con nuestros propios prejuicios; por ejemplo, pocos se preguntan por qué un iberoamericano o un judío sefardí (por citar una categoría puramente étnica o religiosa) obtienen la nacionalidad española en 2 años, mientras que un chino, o incluso un saharahoui (por mencionar una colonia española) tienen que esperar 10 años; cuando nos lo preguntamos, lo justificamos en razones "históricas, culturales", etc., es decir, en generalizaciones étnicas impuestas a los individuos, sin tomar en consideración sus circunstancias reales. Pero la discriminación para otro día.
El caso es que la interiorización del modelo de las culturas también plantea problemas éticos al pensamiento "multicultural", hasta hacerlo totalmente inútil si se aferra al esencialismo cultural. Cuando los "enemigos del multiculturalismo" nos lo hacen saber -eso sí, frecuentemente a grandes voces, con exageraciones y sin matices-; respondemos a la defensiva aunque seamos conscientes de la verdad que hay tras sus argumentos.
Pongamos un ejemplo mítico y exagerado, para que se entienda. Unos indígenas del Amazonas que apenas han tenido contacto con el "hombre blanco" están siendo desalojados violentamente de sus tierras ancestrales -e incluso sagradas- debido a determinados intereses económicos. No es lo mismo estar de parte de los indígenas que estar de parte de "su cultura". Si estás de parte de los indígenas, los defenderás si puedes contra estas agresiones; si respetas a los indígenas, respetarás en principio sus producciones culturales, que forman parte de ellos (la persona sin "cultura" no existe); si llegas a apreciar a los indígenas, también apreciarás en principio sus producciones culturales. Pero ello no implica que creas en un fantasma llamado "cultura indígena" que hay que proteger a toda costa y que se impone a los propios indígenas. Si lo que quieres es "proteger su cultura", tal y como está ("pura" e "incontaminada" del "hombre blanco", claramente delimitada, estática), sabes que no basta con frenar estas agresiones brutales; sabes que, de manera más sutil, el contacto con la "modernidad" terminará por afectar a los indígenas: el comercio, la migración, la comunicación, terminarán transformando los modos de vida indígenas de manera radical, de manera que esa "cultura" abstracta y pura que tanto se quería, terminará por desaparecer ineludiblemente. La única manera de salvarla es creerse con derecho a dictaminar qué es lo que conviene a los indígenas, cerrar toda comunicación, mantenerlos en la "ignorancia" del resto del mundo, impedir el comercio y las migraciones, convertirlos en una "especie protegida", lo quieran o no. Cuestión distinta es que haya que prepararse para el cambio inevitable y preocuparse por los futuros problemas de identidad y por la posible anomia que pueden resultar de la transformación (ocurre a veces, por ejemplo, que los indígenas desplazados a la gran ciudad terminan sucumbiendo al alcoholismo); pero el centro de la estrategia son los indígenas, no su "cultura".
De manera menos evidente y radical, el esencialismo cultural presente tendencialmente en la idea primitiva del "multiculturalismo" puede arrastrarnos a defender formas de segregación mucho más sutiles. Ghettos "progres", en cierto sentido. Si concebimos las "culturas" como círculos cerrados y estáticos que son "iguales" en dignidad, entonces seguiremos viéndolas como sistemas parcialmente cerrados y autónomos, rigiéndose por sus propias reglas al margen del resto. Que hagan lo que quieran en su ámbito y no molesten a los demás. Laissez faire colectivo. No es difícil encontrar casos extremos de multiculturalismo racista "que hagan lo que quieran en su país, pero aquí no", (de manera más radical "que hagan lo que quieran en su ghetto, pero que a mí me dejen en paz"); porque uno en el fondo tiene miedo de "contaminarse" y perder la pureza y la identidad de su propia cultura, así que las especies protegidas son ellos y nosotros. Aunque estos son casos exagerados, en la medida en que los modelos de convivencia intercultural sigan lastrados por el esencialismo cultural tenderán a percibir la realidad social como círculos cerrados que interaccionan débilmente. Y, sin darnos cuenta, esa entelequia llamada "cultura" que habíamos utilizado sólo para hacer descripciones generales, podría llegar a imponerse a las personas que se adscriben a ella (por encima de ellas, como una apisonadora).
Y por otra parte, terminaremos por ignorar o tratar inadecuadamente disparidades socio-culturales que arbitrariamente hemos dejado fuera del "multiculturalismo" porque arbitrariamente hemos dejado fuera de las "culturas" (como leviatanes étnicos). ¿Es que los migrantes llegaron a una sociedad homogénea y perfectamente integrada? ¿Qué hacer entonces? Seguiremos en próximas entradas.
martes, octubre 17, 2006
EL ESENCIALISMO CULTURAL
Aunque no lo parezca, aquellos que propugnan la superioridad de unas "culturas" sobre otras y los que, por el contrario, afirman la igualdad radical de todas las "culturas" tienen algo en común: ambos creen, cerebral o visceralmente, consciente o inconscientemente en las "culturas" como entidades discretas, objetivas, bien delimitadas, relativamente homogéneas y estables. Casi que podríamos decir exactamente cuántas culturas hay en el mundo y quedarnos "tan panchos". ¿Y si la pregunta acerca de si hay culturas superiores o no estuviera mal planteada desde el principio? Dedicaremos algunas entradas a esta cuestión.
Ciertamente, antes de Boas se hablaba de "razas", "pueblos" y "naciones", a veces como sinónimos. A partir de Boas se empieza a hablar de "culturas" como categorías de la diversidad étnica (aunque antes el término tenía una dimensión más bien universal); aunque no eran más que generalizaciones necesarias, inconscientemente se hablaba de las "culturas" como si fueran entidades vivas, ideas platónicas o seres metafísicos. Los antropólogos pusieron de moda este esquema de percepción de la realidad, casi como una necesidad para poder generalizar sobre pueblos tradicionales cuyo modo de vida se iba extinguiendo y la moda se propagó por doquier hasta el punto de que todo el mundo se lo terminó creyendo del todo. Como digo, anteriormente se utilizaban vagamente esquemas parecidos y también se interiorizaban hasta el punto de que parecían realidad objetiva (como otros productos "culturales"), pero lo cierto es que hoy hemos heredado los esquemas culturales que fraguaron aquellos antropólogos. Sobre todo ahora que las "razas" han caído en la desgracia de lo políticamente incorrecto, los "pueblos" gozan de mala salud y huelen a "comunismo" y las "naciones" están pegando los últimos coletazos.
Sin hablar de "culturas", en cambio, el eminente sociólogo Max Weber ya nos advertía frente a la imprecisión de lo étnico "La fuerza universal de la ‘imitación’ actúa en general en el sentido de hacer cambiar gradualmente, de un lugar a otro, los usos tradicionales, de la misma manera que cambian los tipos antropológicos en virtud de la mezcla de razas”[...] “Se acabaría así por arrojar seguramente por la borda el concepto global ‘étnico’. Pues es un término genérico completamente inoperante para toda investigación rigurosamente exacta."
¿Dónde está la imprecisión de este esquema? Pues básicamente en tres aspectos sobre los que no me puedo extender mucho hoy:
1) Pretende homogéneo lo que es heterogéneo: minimiza las diferencias individuales y minimiza las diferencias grupales dentro de lo que previamente se ha caracterizado como una "cultura". Para un español típico es lo mismo un turco, un árabe y un pakistaní (he oído hablar varias veces de una "cultura islámica"), cuando para ellos las diferencias pueden ser brutales (incluso ahora que parece que los medios de comunicación de los países musulmanes podrían estar reforzando una identidad común que siempre ha sido bastante tenue). Como si se tratara de una muñeca rusa podríamos entrar en más subdivisiones, y en divisiones de las subdivisiones hasta descubrir que también hay "subculturas" en todas las sociedades modernas, en las que se acentúa la especialización funcional y la diversidad; e incluso descubrir que hay cosas "culturales" más allá de las subculturas, pero todo esto lo tendré que aclarar en otro momento.
2) Pretende discreto lo que es continuo: establece unas fronteras ilusorias para demarcar el concepto ignorando que lo que previamente hemos llamado "culturas" no son compartimentos estancos, sino que operan en un mundo mucho más fluido de intercambio continuo y comunicación cultural entre personas, grupos y redes, en el que, por otra parte, las diversas "culturas" son manifestaciones diversas de la "unidad psíquica de la Humanidad", lo que hace que, en realidad, no sean "tan" diferentes. Un campo de juego muy divertido para ver esto es el estudio del folklore: busca una criatura mitológica que se venda como pura idiosincracia, por ejemplo, de una "nación" "autonómica" y empieza a percibir cómo varía brutalmente de un valle a otro de la misma Patria y como, por otra parte, en cierto modo es igualita a la de la tribu africana no-se-qué.
3) Pretende estable lo que es dinámico: la "cultura" -en sentido universal-, como rasgo biológico del ser humano tiene una indudable dimensión adaptativa. Los rasgos culturales están continuamente cambiando, creándose y recreándose, reciclándose desde la basura del pasado, cogiendo lo que ya está hecho y adaptándolo a las circunstancias (no quiero decir con esto que no puedan subsistir survivals, rasgos que un día tuvieron sentido y que terminarán desapareciendo o reconvirtiéndose). También el proceso continuo de comunicación que mencionaba antes, en el contexto antes citado de heterogeneidad implica una difusión continua de rasgos de un sitio a otro. De hecho, los primeros antropólogos académicos se vieron obligados a "mentir" al presente para poder registrar la historia, haciendo la foto de un cadáver o de un moribundo; quiero decir, que, en un principio, y en términos generales, trataron de describir las "culturas" "salvajes" en su "pureza", "incontaminada" del "hombre blanco". Pero esa situación YA no era real en aquella época; prueba de ello: el propio antropólogo.
viernes, octubre 13, 2006
LAS RAÍCES DEL "MULTICULTURALISMO"
A salvo de los planteamientos relativistas que existían desde la antigüedad, podría decirse que la raíz de la idea-fuerza del multiculturalismo se encuentra en el "héroe cultural" y "padre fundador" de la antropología académica norteamericana -un físico alemán-, Franz Boas (1858-1942) y sus "discípulos" (aunque el término en sí mismo considerado y su uso como modelo de convivencia es muy posterior). Antes de Boas, prácticamente toda la ciencia social seguía con menor o mayor énfasis patrones racistas y etnocentrados (de manera que, por cierto, las acusaciones de "racismo" para pensadores anteriores tienden a estar descontextualizadas). Raza, lengua y cultura aparecían difuminadas y confusas en un totum revolutum fraguado a veces con escasa empatía y sin muchas intenciones de penetrar en la lógica interna de las conductas. En definitiva, el etnocentrismo era tan pronunciado que no nos enterábamos de nada.
Como muestra de lo alejado que se estaba en aquel tiempo de un mundo "políticamente correcto", contémplense un par de aseveraciones de William McGee, primer presidente de la American Anthropological Association (citadas por Marvin Harris): en artículos de la revista científica American Anthropologist.
-"Posiblemente la sangre anglosajona es más potente que la de las otras razas; pero ha de recordarse que el lenguaje anglosajón es el más simple, el más perfecta y simplemente simbólico que el mundo ha visto jamás; y que gracias a él el anglosajón guarda su vitalidad y energía para la conquista en lugar de desperdiciarlas en la Juggernaut de un mecanismo engorroso para la comunicación del pensamiento" (1895)
-"El salvaje está extremadamente cerca de las especies subhumanas en todos los aspectos de su mentalidad, tanto como en sus hábitos corporales y en su estructura corporal" (1901).
Desde el punto de vista de la ciencia social, la lucha frente al etnocentrismo (llamada relativismo cultural y que nosotros preferimos denominar relativismo metodológico) supuso una conquista importante. Sólo asumiendo la dignidad de las culturas "salvajes" se ha podido descubrir la tremenda riqueza expresiva de lenguas supuestamente "bárbaras" que se creían alaridos primarios; sólo tomando en serio las culturas como sistemas de conocimiento se han advertido complejísimas taxonomías (de hecho, más complejas que las de la Biología standart en lo que refiere a la fauna y flora local) o métodos de orientación de asombrosa precisión como los que utilizan los polinesios para recorrer larguísimas distancias en canoa. Sólo aproximándose al estudio de la conducta en su contexto socio-cultural, al margen de prejuicios puede verdaderamente uno acercarse a la comprensión del comportamiento humano.
Al margen de la ciencia, desde el punto de vista político, el revulsivo fue también en general "positivo"; ni que decir tiene que el progresivo reconocimiento de la dignidad de las "culturas" que podríamos llamar simplificadamente "no-occidentales" cumplió un importante papel instrumental en el reconocimiento de la dignidad de las personas adscritas a estas "culturas". Dado que iban encajando con las circunstancias estructurales del momento, las ideas "multiculturales" -reconocimiento de la "igualdad" de las distintas "culturas"- no quedaron como cosas de antropólogos, sino que han ido teniendo un cierto éxito social (lo que ha derivado inevitablemente hacia una cierta vulgarización). En el melting pot estadounidense, el "multiculturalismo" sirvió de necesario contrapunto dialéctico frente a la doctrina o la práctica -muy querida, pero en cierto modo imposible- de la "asimilación" en lo que refería a la integración de los inmigrantes (y el propio Boas lo era). Seguramente también las ideas "multiculturales" sirvieron de fundamento ideológico para gestionar los procesos de descolonización del llamado "Tercer Mundo". Por último, pudieron suponer algún tipo de asidero ante el horror que conmovió el mundo tras la II Guerra Mundial, al contemplar las consecuencias más extremas de los discursos racistas.
Ahora bien, el hecho de que el multiculturalismo fuera en su momento una doctrina útil, así como la constatación de que todos aquellos que propugnamos la dignidad de los que son diferentes somos en alguna medida tributarios de estas ideas, no debe distraernos de los dos pecados "originales" que tendencialmente presentan los planteamientos multiculturales: el esencialismo cultural y la apariencia del punto de vista neutro. Esto lo veremos poco a poco en próximas entradas.