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sábado, mayo 24, 2008

"MERENGUE DE CALLE"

Convencido de que el arte no es sólo para los genios sino también para la gente común, soy aficionadillo a perpetrar relatos y, sin embargo, no me he atrevido nunca a escribir ninguno relacionado con la migración o los migrantes, tal vez porque tengo un poco de miedo de descubrirme incapaz de entrar en la piel de estas personas. Por eso, aprecio mucho este esfuerzo de inmersión que ha hecho Mon (que no es dominicana, sino española) al componer este pequeño relato, más corto que mi verborreica presentación, que llegó a ganar un concurso internauta.

No creo que esta historia tenga moraleja, ni falta que le hace. Basta con esa magia de la literatura que nos hace ser poseídos por otras personas, vivir otras vidas y tal vez despertar del sueño comprendiendo mejor al ser humano. En este caso, hay que leerlo con música, que les enchufo aquí abajo. Mon nos cuenta que el merengue de calle de la música y el título "[...] es una música urbana que mezcla las raíces del merengue con otros ritmos como el hip hop, se baila sin pareja y es propio de las clases más bajas. Nace entre inmigrantes, de ahí la mezcla de géneros y de ahí que los más puristas hablen de transculturación [...], no deja de ser otra consecuencia de los movimientos migratorios, la fusión de expresiones culturales y la oposición de quienes prefieren ser fieles a las raíces".



MERENGUE DE CALLE (relato de Mon)


“Arriba la mano... abajo la mano”. Erick Moisés, bajo y musculoso, se desplaza por el andamio con la agilidad de los gatos. Se acabó de estar de feo para la foto, ahorita su gordi estará llegando en el avión, y mira al cielo con un chin de lujuria. Con la llana recta revoca el modillón sin que le tiemble el pulso, aunque divisa el pavimento a vista de pájaro desde ese piso doce que corona el edificio. El huevón del encargado está varias plantas más abajo, Erick Moisés se siente libre y menea las caderas sin necesidad de inclinar el cuerpo de un lado para otro.

“Arriba la mano... abajo la mano... péguese un poquito...”. No más guayaberos con sus embustes, Erick Moisés ya no es un “sin papeles”, ta’ pegao’, por la puerta chica, un simple peón, pero ya está dentro. Retranquea la cornisa, toma el piruli y comprueba si los puntos maestros del revoque están aplomados: chévere, está bueno. Con los ojos aún entornados ya se goza del culipandeo de su chula, como si estuvieran bailando, el movimiento sale de sus muslos, con las piernas semiflexionadas, sin despegar los talones del suelo.

“Arriba la mano... abajo la mano... péguese un poquito... un poquito más”. Erick Moisés se ha puesto puto, puro bonche será todo cuando esté la mamacita, no más darle mente al envío de los giros, ahora sólo girarán pegaditos, arriba, arriba, hasta bailar en horizontal. Y tendrán un chichí que nacerá en esta tierra, que no tendrá que andarse con fuñendas con los de inmigración, su chichí tendrá de todo como los jevitos nativos, ¡sí señor! Erick Moisés sube la carretilla cargada de argamasa por el rampón que lleva a la azotea, la empuja con la pelvis, perreándola, mientras le sonríe a un avión que cruza el cielo. Un cajetazo de la carretilla le obliga a bajar la vista, la carga se ha descompensado, quiere equilibrarla, pero la gravedad tiene más fuerza. Erick Moisés habrá tomado tierra antes aún de que el avión aterrice.

jueves, mayo 15, 2008

AUTOPUBLICIDAD: MIGRACIONES Y EFICACIA DE LA REGULACION DEL MERCADO DE TRABAJO

Desde mi punto de vista, hay dos grandes perspectivas para aproximarse al estudio de las normas jurídicas. La primera de ellas consiste en separarlas del mundo real, otorgarles una especie de "vida propia", considerarlas como un sistema de mandatos que sigue su propia "lógica" autosuficiente y que deriva en último término de la voluntad de algún ser numinoso o panteón divino, de la pura Razón (o sea, lo mismo de antes), de un mítico "contrato social" pactado en un "salvaje" Estado de Naturaleza históricamente inexistente o simplemente del poder descarnado y arbitrario del Estado, como la nueva divinidad laica del positivismo contemporáneo. La segunda perspectiva consiste en considerar las normas y relaciones jurídicas como fenómenos profundamente incrustados en la sociedad misma -en la "sociedad", en la "economía", en la "política", en la "cultura"-, que surgen de la sociedad misma (del ejercicio del poder, del conflicto y de su canalización, de la negociación y el compromiso, de las disfunciones sociales) y que inciden sobre ella como inciden otras actividades humanas.

Ni que decir tiene que un servidor se inclina claramente por la segunda opción. Así pues, para mí no sabemos realmente Derecho si no somos capaces de comprender sus funciones y disfunciones o si no somos capaces de acercarnos a la práctica, esto es, a la aplicación efectiva y a la realización o falta de realización de las funciones del Derecho para la vida social, más allá de los juegos escolásticos practicados con supuestas ideas platónicas, que a algunos "filofilósofos" pueden parecernos incluso divertidos, pero que no tienen nada que ver con la vida de la gente. Desde luego, es muy interesante examinar la regulación de las migraciones laborales y en concreto, de la inserción de los extranjeros en el mercado de trabajo español desde esta perspectiva. Alguna vez hemos esbozado alguna cosa en este sentido por aquí.

Pero como la mejor forma de pensar es pensar colectivamente, he intentado abrir un espacio para ello este verano, reclutando a un excelente plantel de ponentes y convocando como participantes a todo el que pueda tener interés en el asunto. Se trata de un curso de verano, para los días 17-19 de julio en Cádiz capital titulado "Migraciones y eficacia de la regulación del mercado de trabajo". Como simplemente vamos a intentar ir estableciendo conexiones entre las normas y la práctica no creo que vayamos a saturar al asistente con innumerables detalles técnicos, de manera que no hay un perfil muy concreto de asistente: licenciados, diplomados o estudiantes de Derecho, Relaciones Laborales, Antropología, Sociología, Economía, Ciencias Políticas, Trabajo Social... es decir, de cualquier carrera de ciencias sociales o jurídicas; o también profesionales de sindicatos, organizaciones empresariales u ONG's en el campo de las migraciones. Para despertar su apetito intelectual, les pongo aquí el "menú" científico de estas jornadas:

-Para empezar, nos ocuparemos de los condicionamientos estructurales de toda política jurídica migratoria en estos tiempos interesantes ¿cómo influye la movilización de la fuerza de trabajo? ¿el régimen de bienestar? ¿la segregación en el mercado laboral? ¿cuál es el espacio para distintas opciones de regulacion? Para ello contaremos con Daniel Albarracín, una persona que aúna varias facetas interesantes para este tema: economista y sociólogo, profesor universitario y técnico de investigación en la Federación de Hostelería y Comercio de CCOO... y autor de esta obra.

-Pasaremos entonces a tratar los principios jurídicos básicos de nuestro sistema (de la realidad social a las normas fundamentales); discutiremos por tanto sobre el alcance y contenido de los derechos constitucionales de los extranjeros en el ámbito laboral, materia que ha cobrado una nueva significación con las recientes sentencias del Tribunal Constitucional. Reflexionará sobre ello mi maestro Jesús Cruz, la persona que me contagió esta preocupación por la eficacia material de las normas y que espero que un día me contagie un poco de su perspicacia jurídica.

-De la Constitución descenderemos hacia las normas legales y reglamentarias y nos preguntaremos por las funciones y disfunciones de la autorización para trabajar en la regulación vigente. Finalidades a las que sirve y a las que perjudica, de qué manera consigue o no lo que pretende, etc. Contamos para ello con una de las grandes expertas en el régimen jurídico-laboral de los extranjeros, María Dolores Valdueza, que ha escrito, además de muchos otros estudios, toda una Tesis Doctoral sobre el tema (como otras amigas, Ángeles Ceinos y Belén Fernández, que tenemos que llamar para otra vez).

-Pero, para profundizar en la eficacia de las normas, es preciso enfocar la atención sobre un ámbito concreto. Nosotros nos vamos a ocupar del "servicio doméstico", donde el papel de los trabajadores migrantes es completamente central, donde la precariedad laboral y la "informalidad" de las relaciones -esto es, su distanciamiento de pautas estructuradas por la norma formal- son muy significativas y donde podemos subrayar la perspectiva de género (que en todo caso tendremos que tener en cuenta en todos los temas). Y los temas de género no son "cosa de mujeres", sino que por el contrario, pueden y deben implicarnos a los hombres. Por eso es un placer poder contar esta vez con el profesor Jaime Cabeza, que, aparte de saber mucho de Derecho del Trabajo y de Seguridad Social destaca en la doctrina iuslaboralista española por su sensibilidad de género y por la solvencia con la que aplica esta perspectiva de análisis.

-Y, de las normas viajaremos de nuevo a la realidad social, ahora desde una perspectiva micro y de trazo fino. En este contexto institucional ¿cómo se adaptan los migrantes y sus familias o los empresarios a las restricciones de política migratoria? ¿qué estrategias adoptan unos y otros? ¿cómo viven personal y socialmente este mundo jurídico? Para organizar nuestras reflexiones vendrá Mari Luz Castellanos, profesora de Sociología, que ha llevado a cabo un buen número estudios cualitativos con trabajadores migrantes. Así pues, conoce de primera mano sus historias personales y sociales y las ha examinado con proceder analítico y sistemático, por lo que está en condiciones priviliegiadas para transmitirnos algo más de realidad.

-Para terminar con las aportaciones teóricas pasaremos de lo micro social a lo micro jurídico; otra vez cómo afectan las normas a la vida de la gente, pero desde la mirada del jurista. Estudiaremos una serie de casos reales, planteados desde la perspectiva jurídica, que "encarnen" problemas concretos de interpretación o aplicación de la norma, o incluso problemas éticos o jurídicos. Para esto tendremos la suerte de contar con Helena Pallarés, Asesora del Equipo Jurídico de la Federación Andalucía Acoge y que me consta que ha sido durante mucho tiempo auténtica alma mater de este grupo de trabajo durante el tiempo que ha sido el referente de su secretaría técnica (coordinando pues problemas concretos que se han planteado en la atención prestada en las distintas asociaciones locales).

-Terminaremos, como es tradicional, con una Mesa redonda, con la que intentaremos aproximarnos al papel que en todo este mundo tiene (o tiene que tener) la sociedad civil: las asociaciones pro-inmigrantes, las asociaciones de inmigrantes, los sindicatos, las organizaciones empresariales... Para esto contaremos con representantes de distintas organizaciones que nos contarán sus perspectivas sobre el tema.

En otro orden de cosas, intentaremos que el curso no se limite a recibir la sabiduría de los ponentes e interlocutores de la mesa redonda, sino que sea lo más participativo posible, incluso organizando pequeños grupos de debate... Y, para completar la maniobra publicitaria hay que recordar que los estudiantes pueden obtener un cierto reconocimiento del aprendizaje desarrollado en este seminario, por cuanto se ha solicitado que permita beneficiarse de dos créditos de libre elección. Hombre, y a mayor abundamiento quienes no son la zona podrían aprovechar la ocasión para quedarse unos días más de julio en la "tasita de plata", digo yo.

¿Qué esperan entonces para apuntarse?, pues que el señor del anuncio les diga a dónde hay que dirigirse para vaciar sus bolsillos (la cosa puede salir por 65, 40, 30 Euros o gratis, dependiendo):

-Aquí tienen la página general de los cursos.
-Aquí el boletín de inscripción.
-Y aquí el enlace para solicitar la beca de matrícula gratuita para estudiantes (que nos dan 10 becas, arriba los pobres de la tierra).

sábado, mayo 10, 2008

LA IDENTIDAD: UNA VERDAD A MEDIAS (III): PROBLEMAS DEL "MULTICULTURALISMO"

Alguna otra vez he dicho por aquí que me considero heredero del "multiculturalismo", pero sólo "a beneficio de inventario", esto es, acojo gustoso sus regalos pero no respondo por deudas que no son mías. Este "multiculturalismo" ha producido dos logros muy importantes: la asunción del hecho de la diversidad cultural y el respeto a los diferentes; sin embargo, si nos despistamos, también podemos arrastrar con él dos importantes lastres: el esencialismo cultural y un falso relativismo ético. Lo que yo entiendo como "multiculturalismo" es, a grandes rasgos, un proceso de exaltación de la diferencia atribuida a categorías grupales relativamente imaginarias, que no sólo afecta a los grupos migrantes, sino también a otras minorías subordinadas, e incluso a las mayorías, a los propios Estados-nación, a las autonomías "históricas" y regiones, etc.

Aparentemente, el "multiculturalismo" es una recuperación del pasado, de lo tradicional, del comunitarismo, de ideales premodernos, o bien una nueva visión "postmoderna" más allá de la modernidad, pero todo esto, una vez más, es una visión algo distorsionada de la realidad. Al igual que el "asimilacionismo", el "multiculturalismo" es un fenómeno netamente moderno, aunque también trabaje sobre materiales del pasado. Eso no sólo es así porque normalmente se parte de un grado de relativismo que prácticamente sólo puede desarrollarse en el mundo moderno, sino también porque, en su mayor parte, los propios grupos aparentemente "tradicionales" a los que se remite son en gran parte producto de la modernidad o reciclaje moderno de fragmentos de identidades arcaicas. Ya señalamos en la entrada anterior que gran parte de las "tribus" o "Estados primitivos" que encontraron los antropólogos habían evolucionado en interacción con Europa, que, posteriormente, el modo de producción capitalista ha reproducido un gran número de segmentaciones étnicas en función de la división del trabajo y que las propias estrategias personales y grupales de adaptación a los procesos migratorios han producido y reproducido todas estas identificaciones; al mismo tiempo, los medios de comunicación de masas y otros fenómenos estructurales están posibilitando e incentivando la generación de identidades globales transnacionales: por ejemplo, tengo la sospecha de que, por diversas razones, se está generando una cierta "identidad islámica" que anteriormente era mucho más tenue (por más que existiera previamente la noción teológica de umma).

Desde el punto de vista de la identidad, el "multiculturalismo" puede caer también en las tres ilusiones que la configuran: la del yo-aislado, la del yo-ahistórico y la del yo-etiquetado, aunque el peso recaiga sobre este último. Hay que reconocer que parece un poco forzado que se plantee la ilusión del yo-aislado en esta aparente respuesta frente al individualismo moderno; sucede, a mi juicio, que esta ilusión en este caso está muy en el fondo y frecuentemente no se hace explícita, dado su carácter claramente contradictorio (pero es que la construcción de nuestra identidad está sometida a contradicciones, como hemos visto); sin embargo, es muy importante tener esta ilusión en cuenta para enterarnos de lo que pasa. El "multiculturalismo" y el "totalitarismo" son ideologías totalmente opuestas en cuanto a los contenidos; pero, desde un punto de vista formal tienen una cosa en común: ambas son reacciones frente al individualismo moderno que, aún así, operan con los patrones del pensamiento moderno, que divide la realidad en categorías muy marcadas, de fronteras rígidas y espesas (seguimos aquí el trabajo de Louis Dumont). El punto de partida es el individuo fragmentado, disociado de la realidad, alienado de los demás y de la naturaleza, que a la hora de buscar conexiones con el mundo bucea en las supuestas profundidades de su "identidad verdadera"; la realidad "externa" se convierte entonces en una proyección del yo-aislado y de su rígido sistema de categorías cognitivas.

Tal vez esto no suene tan extraño si intentamos concretar un poco más. En el individualista mundo moderno estamos obsesionados por la "identidad social", cuestión que no era tan recurrente para nuestros antepasados. Nos imaginamos al sujeto "descubriendo" su "verdadera identidad" en lo más profundo de su "alma" ("musulmán", "homosexual", "mujer", "afroamericano", "de izquierdas", "vasco"...) , identidad que quizás hasta entonces había estado casi "dormida"; después el sujeto pasaría por un proceso de "conversión", en el que se esforzaría por emular esa imagen "verdadera" de sí mismo. Si esto es así, cada incumplimiento, cada desviación del modelo, se percibirá como una "traición" a uno mismo y al "grupo" (imagen idealizada que opera como una proyección de la etiqueta que de nosotros mismos habíamos sacado). Está muy bien que nos preguntemos quiénes somos; pero tenemos que tener cuidado de creernos a pies juntillas y de manera radical la respuesta que nos demos, pues, de lo contrario, podemos encontrarnos, una vez más, viviendo las vidas de otros, es decir, alienados

En gran medida, y a pesar del aroma determinista que destilan las representaciones sobre la "identidad verdadera", todo este proceso de identificación con un grupo imaginario se concibe como un acto cuasi-arbitrario de voluntad individual y "libre". Claro está, nadie se levanta un día por la mañana y a la hora del desayuno decide de golpe y porrazo con arreglo a un proceso consciente y racional su adscripción religiosa o filosófica, su ideología, su género, su nación, su clase social o su orientación sexual. A lo mejor la libertad no es tanto la indeterminación del arbitrio como sino simplemente que nos dejen ser quienes somos. Y lo que somos es producto de nuestra historia, de todo lo que nos ha ido pasando, lo que por supuesto, también comprende -pero no sólo- nuestras decisiones conscientes. Esto nos lleva a la segunda ilusión, la del yo-ahistórico; esa especie de "alma imaginaria" de "identidad verdadera" se percibe a veces como una especie de espíritu intemporal y eterno, alejado del devenir de los tiempos. Es entonces cuando nuestra identidad imaginaria choca con nosotros mismos y con el resto de la realidad, al oponerse a la complejidad que somos y a nuestra situación y posición social real. Así es como se reconstruyen, por ejemplo, identidades nacionales que no tienen nada que ver con la vida real en el entorno geográfico o histórico recreado, o identidades religiosas "fundamentalistas" alejadas de la existencia real y sobre las que se proyectan las contradicciones personales y sociales como en un capitel plagado de demonios. Personalmente, las versiones más patológicas de esta identificación son una agresión a nuestra libertad, pues no nos dejamos (o no nos dejan) ser quienes somos; socialmente es una reclusión en las desquiciadas proyecciones de nuestro yo-aislado, que nos aleja de los demás y de la naturaleza. Reclusión que dificulta nuestra adaptación a los problemas reales que se plantean en nuestra vida.

Este proceso funciona a través de un sistema de etiquetas cerradas con las que nos miramos a nosotros mismos y a los demás. Es por eso que en este caso la ilusión más patente en este caso es la del yo-etiquetado que nos puede fracturar de dos maneras diferentes: de un lado, a través de la mencionada alienación consistente en vivir la vida de un personaje imaginario que no se corresponde con nuestra realidad cotidiana; de otro lado, reduciéndonos a una simple etiqueta. Esto último opera de manera muy intensa cuando nos referimos a los "otros", a los que adscribimos un grupo ajeno y minoritario en términos de poder, incluso aunque valoremos la diferencia positivamente. En efecto, los migrantes no son sólo "inmigrantes", o "extranjeros", o "rumanos" o "chinos" o "musulmanes"; también son otras cosas. Son padres o madres o hijos o hermanos o abuelos, son trabajadores o autónomos o empresarios, son aficionados a la música o hinchas de fútbol o amigos del cine; son más bien conservadores o liberales o socialistas o apolíticos; son tímidos o extrovertidos, alegres o melancólicos, rígidos o flexibles, ceremoniosos o campechanos, despistados o espabilados, insípidos o graciosos, nerviosos o tranquilos; son buenos o malos cocineros o bailarines o fotógrafos o deportistas. Son personas, más allá de todas las etiquetas, estereotipos y simplificaciones, más allá de todos los sambenitos, los uniformes y las marcas de ganado, personas hechas de nuestra propia pasta y que comparten por tanto un fondo común de miedos, grandezas, vilezas y amores en el que siempre terminamos por reconocernos. Intelectualmente, sabemos esto perfectamente, pero a menudo se nos olvida cuando se nos llena la boca de choques de civilizaciones o cuando nos planteamos si es posible el diálogo entre "culturas" o si las "culturas" son incompatibles, como si los entes que dialogaran o entraran en conflicto fueran una especie de ánimas platónicas supraindividuales y no personas de carne y hueso, o si las "culturas" pueden fusionarse o si la "cultura occidental" (sea lo que sea eso) es o no "superior" o si hay que respetar a las "culturas". No hay que respetar a las "culturas". Hay que respetar a las personas, lo que pasa es que éstas no son individuos aislados y ahistóricos, sino seres marcados por su historia, por sus experiencias y por tanto, por su contexto socio-cultural, que es algo mucho más fluido que nuestra imagen monolítica de las "culturas". Cuando llegamos a respetar y a apreciar a las personas más allá de las fronteras imaginarias de las "culturas", entonces nos hacemos capaces de respetar y de apreciar el "mundo de vida" que les da sentido, pero esto pone en su sitio al relativismo ético de salón que a veces sacan algunos y que se pone por encima de las personas mismas (lo que resulta convenientemente exagerado para reforzar retóricamente las posiciones xenófobas).

He de reconocer que la configuración "defensiva" de grupos minoritarios o subordinados puede tener algunos efectos socialmente saludables (eso que llaman "empoderamiento"), pero los tiene en tanto en cuanto esta categorización no sea un fin en sí mismo, sino un instrumento para restablecer la dignidad de los seres humanos, sea cual sea su pelaje, subordinándose radicalmente a este objetivo. Si se pierde este enfoque, se pierde el norte: entonces el grupo imaginario se concibe implícita o explícitamente como un espacio cerrado y sacralizado de fronteras densas, que no deja espacio a las personas para respirar en su interior. De la misma manera que algunas medidas de acción positiva mal enfocadas pueden terminar cristalizando los estereotipos que mantienen la desigualdad, las definiciones estrechas del grupo social, las que consideran a este grupo como la realidad misma y no como una mera representación que nos hacemos de la realidad, terminan reproduciendo las relaciones de poder y subordinación entre las personas.

Aquí es donde se unen el último movimiento del asimilacionismo y el del multiculturalismo; así, por ejemplo, la ideología del melting pot puede contemplarse como asimilacionista o multicultural, según el matiz que se incorpore. El matiz es la valoración de la diferencia, pero esta valoración superficial no lo es todo en un mundo de relaciones de poder desiguales. No olvidemos que el hipócrita lema sobre el que se sostenía la segregación racial estadounidense era "separados, pero iguales". No podemos ser iguales (en dignidad) si nos separan, si no compartimos el mismo espacio ni respiramos el mismo aire.

martes, mayo 06, 2008

LA IDENTIDAD: UNA VERDAD A MEDIAS (II): ASIMILACIONISMO MODERNO

En la entrada anterior hemos intentado razonar que la "identidad" se sustenta sobre tres ilusiones útiles o verdades a medias: la ilusión del yo separado del mundo (disociado de las relaciones sociales que nos unen a otras personas y del resto de la naturaleza), la ilusión del yo ahistórico (que mantiene la unidad a pesar de las distintas experiencias que atraviesa) y la ilusión del yo-etiquetado (equivalente a las categorías o grupos sociales con las que se "identifica"). También nos hemos preocupado de las contradicciones y los conflictos que implica la búsqueda de la identidad personal y social en estos tiempos interesantes. Pues bien, ya adelantábamos, que la integración de nuestras sociedades (no sólo "de los migrantes"), es decir, su transformación al hilo de sus contradicciones para superar las disfunciones que nos ha tocado vivir, pasa por tomar conciencia de que estas "verdades a medias", siendo relativamente útiles, no conforman toda la realidad. De hecho, los modelos tradicionales de "integración de los migrantes" están fuertemente influidos por estas tres ilusiones.

A primera vista, el soporte ideológico del modelo "asimilacionista" no es otro que el tradicional y atávico pánico a los extraños y extranjeros y esto no es del todo erróneo, pero puede ocultarnos algo bastante significativo: la xenofobia es tan vieja como el ser humano, pero el asimilacionismo tal y como lo conocemos, aunque tome retazos del pasado, es un modelo completamente "moderno", que tiene que ver con las formas más sofisticadas de alienación. Se parte de una concepción del "individuo" como átomo aislado, (un "yo" formalmente separado de sus relaciones sociales y de la naturaleza) que, en la ideología moderna se concibe hasta cierto punto como una entidad autónoma que interviene en el mercado tomando decisiones racionales y en el plano material, vende su fuerza de trabajo en ese mercado, disociándose personalmente de lo que hace. El juego completo es más complejo, pero el "primer" movimiento tiende a considerar a las personas como tabula rasa, materia prima despersonalizada, energía que hace funcionar la máquina y eso es lo que hay en el fondo del paradigma de la asimilación del "inmigrante" desde una perspectiva macroestructural. O, como señalaba Max Frisch en una frase recurrente que se refería, entre otros, a los españoles en Suiza, "Queríamos trabajadores y vinieron personas". El origen del modelo "asimilacionista" podría encontrarse seguramente en la ideología del melting pot estadounidense, que no insistía expresamente en los aspectos identitarios. Estados Unidos necesitaba en aquel momento millones de personas que hicieran funcionar la máquina y la olla en la que estos trabajadores fundieron pretendidamente sus identidades anteriores en un producto común fue el caldero del capitalismo. En la España actual creo apreciar un fenómeno similar, aunque mucho más velado: la conciencia de la necesidad de mano de obra inmigrante entra en contradicción con el anhelo visceral (y modelado de maneras más políticamente correctas) de que ésta sea sólo fuerza de trabajo abstracta. Este poso suele estar por debajo de nuestros discursos formales sobre el inmigrante malo/inmigrante bueno, aunque aprovechando otros materiales psicológicos.

Por supuesto, esta conversión del ser humano en capital humano nunca funciona del todo. Desde el punto de vista personal, cuanto más caemos en la ilusión del yo-aislado, más nos negamos a nosotros mismos y eso duele; desde el punto de vista social, la gente sigue siendo bastante más que el trabajo que vende. En este juego contradictorio, el "segundo" movimiento es el de la construcción de la "identidad nacional"; la nación, el "alma" imaginaria del Estado, configura una identidad común en torno a la estructura de poder del Estado, proporcionándole una cierta legitimación. En parte, este proceso supone una aniquilación de diversidad cultural preexistente, pero, por otra parte, esta aniquilación tampoco es nunca completa. No lo es en gran medida porque en realidad las personas no somos tabula rasa, no somos entidades ahistóricas donde se puede inscribir lo que se quiera; a veces, presa de esta ilusión del yo-ahistórico concebimos la cultura como una especie de software perfectamente intercambiable dentro de una materia supuestamente inmutable y determinada genéticamente que es el cuerpo. Lo cierto es que somos nuestro cuerpo y que en gran medida éste es un producto de su historia, de sus experiencias en un entorno social y natural que no está radicalmente separado de nosotros mismos. Nunca sabemos lo que "vamos a ser de mayores", no sabemos hasta qué punto terminaremos siendo otra persona, pero jamás podremos renunciar a lo que fuimos, a nuestra historia y a nuestra memoria o terminamos viviendo una vida que no es la nuestra. Esa es otra forma de alienación, de disociación de la propia identidad: vivir una vida que no es la nuestra. Cuenta la leyenda que en las colonias de la asimilacionista Francia, los escolares recitaban a menudo el verso "nuestros antepasados los Galos"; ¿importa en realidad quienes eran los "verdaderos antepasados" del recitador hace milenios? Cualquiera sabe si fueron realmente galos los ancestros del francés más francés. Lo que importa es que en la vida uno puede terminarse encontrando recitando un verso que contrasta con su propia experiencia, con su cuerpo, con sus vísceras, con su historia personal y social, con su familia, con sus tradiciones, con sus recuerdos. Separado, una vez más, de uno mismo. Esa es la trampa del "segundo" movimiento.

Pero esa no es la única razón por la que la que el proceso de configuración de la "identidad nacional" no aniquiló realmente la diversidad existente. En el "mundo de las ideas", la sociedad moderna se centra en individuos aislados, libres e iguales, pero en la práctica, "algunos son más libres e iguales que otros". No sólo sucede que muchas de las distinciones "étnicas" son también, como la nación, "tradiciones inventadas" en el marco del mundo moderno y que algunas de las "culturas" supuestamente aisladas que encontraron los antropólogos se habían formado en interacción con Europa (todo esto exige más argumentación en otra ocasión), sino que, además, como indica Wolf, "[...] es el proceso de movilización del trabajo dentro del capitalismo lo que comunica a estas distinciones sus valores efectivos". Y lo hace en dos sentidos diferentes: en primer lugar, jerarquiza a los trabajadores en todo tipo de categorías diversas, segmentando los mercados de trabajo y reproduciendo las diferencias (generando mayorías/minorías y distintos tipos de minorías), trabajando sobre material cultural preexistente; en segundo lugar, reorganiza a los migrantes, que trabajan también material cultural existente para articular redes sociales que funcionen como asideros en un mundo demasiado complicadol. A través de diversas formas de adaptación, todo el material socio-cultural previo se procesa, se moldea para reproducir, recrear, reconfigurar categorías sociales, grupos étnicos, identidades, separaciones abstractas entre las personas. Las etiquetas resultantes son la racionalización final de lo que la gente hace (no sólo de su papel en el mercado, sino de todo lo que hace en todos los mercados y fuera de ellos, de cuáles son sus interacciones efectivas con la naturaleza y la gente). Estas etiquetas a veces proporcionan a la gente determinadas estrategias de adaptación, pero al mismo tiempo también reproducen la diversidad de relación de poder entre grupos humanos, desde distintos ángulos (todo esto puede parecer muy "simplista", pero se entiende mejor cuando se analizan con todo detalle y complejidad supuestos concretos). Uno de estos ángulos fue advertido de manera muy temprana por K. Von Baer, un tipo que murió en 1876: "Baste imaginar la experiencia de todos los países y épocas de que cuando un pueblo tiene poderío sobre otro y se porta injustamente con él, no dejará de imaginárselo como malo e incapaz y repetirá con mucha frecuencia y en voz alta esta afirmación". Tiene mérito decir esto en el siglo XIX.

Es aquí donde aparece el tercer movimiento: el de la distinción étnica basada en las relaciones de poder desiguales. Por eso el "asimilacionismo", a pesar de su matriz individualista y de su énfasis secundario en una hipotética identidad nacional puede terminar creyendo en las "culturas" como si fueran entidades empíricas. El anhelo imposible de aniquilar la diferencia termina conviviendo en extraño matrimonio con la conciencia de la diferencia y de la superioridad de los más fuertes. Por un lado nos quejamos de que "no se asimilan" y por otro lado estamos encantados de que no lo hagan (de la misma manera que se prohibían los matrimonios mixtos en Sudáfrica o en los EEUU en la época de la segregación). Es entonces cuando se vocean las guerras entre culturas, las incompatibilidades entre culturas y los choques de civilizaciones. Es el momento de caer en la tercera ilusión, la del yo-etiquetado y proyectar las contradicciones de las relaciones de poder reales entre los grupos humanos hacia el mundo imaginario de las "culturas". Para poder hacer el camino de vuelta y proyectar el contenido de las etiquetas sobre las personas concretas que las llevan puestas, reforzando las relaciones de dominio y subordinación (las mayorías) o configurando un espacio de poder imaginario (las minorías). Porque por supuesto las minorías también son suceptibles de terminar creyendo en las "culturas", configurando etiquetas y planteando batallas épicas entre conceptos místicos, e incluso a veces se permiten soñar en asimilar al pez gordo (aunque quizás menos, porque la realidad es muy tozuda). Su espacio de poder imaginario a veces sirve como armadura pero a menudo no es más que una pantalla luminosa donde convertir en ficción deformada los problemas del mundo real.

Por supuesto, estos tres movimientos del mismo "asimilacionismo" son contradictorios entre sí. Pero es que son precisamente los pasos de una danza titubeante que refleja nuestras propias contradicciones personales y sociales. Porque, además, las migraciones no constituyen un fenómeno separado, desconectado de las sociedades en las que se ubican, sino que son más bien el espejo en el que nos sentamos a contemplar las contradicciones básicas de nuestro tiempo (otros tiempos y lugares tuvieron otras, siempre vivimos tiempos interesantes). Por supuesto, de estas tres ilusiones no se libra el modelo de integración supuestamente "opuesto" al de la asimilación, esto es, el llamado "multiculturalismo". Pero esta es otra historia y será contada en el siguiente post.