El razonamiento anterior nos puede volver otra vez al punto de partida: la asimilación. Si es un hecho que los migrantes ya están aquí , que la cosa va a continuar así y al mismo tiempo no queremos continuar lamentándonos o evadiéndonos, nuestro impulso xenófobo nos llevará a reconocer lo que otros hacen con menos vericuetos: "lo que quiero es que se asimilen, que se asimilen completamente, si quieren venir, que sean españoles, coño". Ya anunciaba antes que esta solución no me parece éticamente correcta, pero que además es contraria al sentido común porque, de hecho, es imposible. Reconocerlo desde el principio nos ahorrará desandar el camino luego.
Cuando se hacen falsas distinciones entre raza y cultura, se piensa en los aspectos morfológicos como una realidad inmutable, mientras que los aspectos culturales son una especie de "contenido del disco duro", que uno puede formatear sin problemas. En realidad esto no es así; nadie puede hacer tabula rasa y renunciar completamente a lo que es y a lo que ha sido; ni siquiera los conversos y los apóstatas más radicales pueden negar su pasado, su historia personal y como les ha influido, aunque tengan una visión negativa de ella. El lenguaje es uno de los aspectos de la cultura donde se aprecia más gráficamente como ésta se "adhiere al cuerpo"; nuestras lenguas, nuestros labios, están impregnados de la lengua "materna", cuya música danzan espontáneamente. Con esfuerzo puede aprenderse otro lenguaje, pero difícilmente al nivel, con la espontaneidad y con la autenticidad con la que se habla la lengua nativa, que de todas maneras apenas se olvida (y desde luego, no por un mero acto de voluntad); nuestro acento, nuestro andar, nuestros movimientos, una cierta inseguridad que perdura, los detalles más nimios o repentinas incomprensiones culturales repentinas delatarán nuestra extranjería aunque nos cambiemos la ropa. La primera generación de migrantes nunca se asimila; sólo procura adaptarse lo mejor posible.
La segunda y tercera generaciones pueden aparentar más fácilmente que se ha asimilado, dependiendo de las estrategias de adaptación de sus padres y del marco estructural en el que se desenvolvieran (no, desde luego si vivieron en guettos). Pero difícilmente se asimilan completamente; indudablemente, sus padres influyen en ellos y les transmiten cultura. Contrariamente a lo que se cree, las "culturas" no son compartimentos estancos, cosas cerradas que se tienen o no se tienen, la cosa es bastante más complicada. Aunque pueden rebelarse contra su cultura, siempre queda ahí por debajo y aparece cuanto menos se la espera. Aunque no llegaran a sentirse extranjeros y hubieran tenido un amplio espacio de interacción con auctóctonos, es probable que siguieran siendo percibidos como extraños: sus rasgos físicos, su nombre o apellido, sus padres, su historia, continuarían delatándolos y desatando procesos de categorización, discriminación y marginación. La frustración resultante, cuando se terminan dando cuenta de que no pertenecen a ningún sitio puede hacerlos abrazar versiones idealizadas e irreales de su cultura de origen, plenamente inadaptadas a su situación real; o simplemente, hacerlos sucumbir en el nihilismo y la anomia cultural. Incluso la posible represión de su identidad de origen por ellos o sus padres para conseguir la anhelada asimilación puede hacer más doloroso el proceso y más acentuada la anomia (las pautas que ordenaban su comportamiento en los países de origen ya no sirven, las del nuevo tampoco, no hay leyes no hay estructuras, no hay nada). La segunda y tercera generación pueden esconderse, pero en realidad no pueden asimilarse. De hecho, no pueden integrarse sin aceptarse a ellos mismos y a su historia, sin preguntarse conscientemente por su identidad... Y mientras tanto, seguirán llegando primeras generaciones.
La asimilación completa es una utopía xenófoba que no puede llevarse a la práctica. Andar por ahí nos obligará a retroceder (quizás abruptamente) más adelante.
Se ha cerrado la última vía de escape. Si buscamos solucionar nuestros problemas con la migración y no evadirnos de ellos en sueños vanos, vamos a tener que negociar la cultura. Vamos a tener qué reflexionar cada uno en qué cosas la asimilación es imprescindible e innegociable y qué otras cosas, por tanto, podemos tolerar. La tolerancia de lo que no nos gusta no es la meta de llegada, sino el principio de nuestra propia integración social con los extranjeros. Pero esa es otra historia, y será contada en otra ocasión.
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