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viernes, septiembre 21, 2007

RAZAS: (IV) Despedida y cierre ¿del racismo biológico?

Hemos visto que las "razas" no son más que categorías sociales, culturalmente determinadas y construidas, dependientes de diferentes factores socio-culturales en función de indicadores que a veces, y sólo a veces (cuando conviene), se refieren a rasgos observables del fenotipo o a conexiones genealógicas. Exactamente lo mismo que las "etnias", las "culturas", o las "naciones" (ius sanguinis y "nacionalidad", por ejemplo). El avance de la Genética impide en la actualidad que ésta pueda servir de muleta al racismo, de manera que los argumentos raciales "clásicos" (que, insisto, sólo se han mantenido durante unas pocas décadas en la historia de la Humanidad) resultan cada vez más ridículos. Este cartel de 1943, pensado para alistar a los "negros" norteamericanos a la guerra (cuando la segregación todavía era legal en muchos Estados y cuando se metía a los japoneses en campos de concentración), insiste en que ser "americano" no es una cuestión de "raza" o de "descendencia", sino una cuestión de "mente" y "corazón" (tropos que parecen aludir a una especie de identidad "cultural"). ¿Nos han abandonado las "razas" y nos quedan sólo las "etnias"?

Antes que nada ¿tienen sentido las "razas" en el discurso biológico? No podemos evitar seguirnos acordando de los perros, los gatos y los guisantes de Mendel. Hay que aclarar que las "razas puras" son construcciones humanas que resultan de una serie de apareamientos selectivos "artificiales" de animales o vegetales "domésticos" con vistas a su explotación económica; la clasificación de un animal o vegetal en una u otra de estas "razas" en función de determinados rasgos observables de su fenotipo no es "objetiva" y no depende de un modelo platónico grabado a fuego en la realidad, sino de un "ideal" artificialmente construido y dependiente en último término de la finalidad que motivó la "manipulación genética" rudimentaria; ya lo saben, si su perro es un "chucho" es porque se separa de una categoría inventada por las personas. Por supuesto, estos cruzamientos selectivos suponen una cierta ordenación de algunas diferencias genéticas, que pueden (o no) ser relevantes para algún propósito científico. Del mismo modo, la lejanía y los obstáculos geográficos suponen que algunas poblaciones endorreproductoras dentro una especie puedan tener rasgos comunes, que pueden (o no) ser relevantes para un propósito científico. Pero estas tipologías dentro de las "especies" no son "esencias"; ni siquiera las "especies" lo son, a pesar de su carga etimológica (simplemente se ha escogido un criterio funcional para marcar la diferencia, que es la posibilidad de apareamientos fértiles, debido a la importancia que esto tiene para la transmisión de los genes).

Así pues, también pueden existir poblaciones endorreproductoras humanas que compartan algunos rasgos genéticos (que podrían o no estar presentes en el fenotipo, y en este caso podrían ser o no directamente observables) y ello puede ser relevante (o no) para propósitos científicos; eso sí, las limitaciones geográficas y culturales al apareamiento son cada vez menos significativas, debido principalmente a las formas sociales de la vida moderna, el crecimiento brutal de los núcleos de población y las migraciones de todo tipo. En mi humilde opinión de lego en la materia, para estudiar lo que quede de esto debemos abandonar el lastre cognitivo de las clasificaciones folk con las que empezamos (¿necesariamente los rasgos visibles que resultaron salientes para construir categorías con propósitos socioculturales van a ser relevantes para la Biología o la Medicina?); además, debemos abandonar en la práctica y no sólo en teoría, la carga esencialista de las razas, que ni siquiera es válida para las "especies" (asumiendo, como en el campo de las "culturas" que no hay una serie de compartimentos estancos discretos sino una gradación continua donde se articula una cierta diversidad genética). Un buen modo de simbolizar este cambio epistemológico es dejar de hablar de "razas" y trabajar con poblaciones y "clinas". Posiblemente, realizaciones como el BiDil -medicamento "para afroamericanos"- dependen demasiado de las categorías-folk como para enfrentarse adecuadamente a la realidad; este medicamento en concreto parece más bien inspirado por consideraciones de marketing y problemas de patentes.

Ahora bien, estas reflexiones pueden tener sentido para mejorar nuestro conocimiento o los diagnósticos médicos, pero, en realidad no tienen nada que ver con la discriminación racial. Porque la discriminación racial, como espero haber mostrado en la entrada anterior NUNCA se ha basado estrictamente en el contenido REAL del material genético (eso, de momento, sólo sucede en la ciencia-ficción). Basta con que la "raza" resida en la imaginación humana, que es donde ha residido siempre, para que sea relevante; su contenido primordial es socio-cultural (marca identidades y relaciones de dominación). Los rasgos físicos siguen funcionando como indicadores que permiten "marcar" la diferencia, no son otra cosa. Por sus rasgos fisionómicos podemos identificar a un "sudamericano", a un "moro", a un "gitano", a un "chino" o incluso a un "guiri", pero los rasgos son una pista, no la categoría en sí misma, (de hecho, mirando la vestimenta, escuchando el acento, observando lo que hace, preguntándole, podemos cambiar nuestra conclusión inicial); por sus rasgos podemos identificar a un "subsahariano", pero también podemos descubrir que es un "afroamericano" y entonces ponerle una etiqueta distinta. Un jeque árabe puede tener una etiqueta distinta que un "inmigrante" marroquí, pero eso no implica que no seamos "racistas"; implica que nuestras categorías son múltiples, que sus fronteras no son claras y autoevidentes, que se adaptan a situaciones sociales diversas.
En este sentido, los rasgos físicos, no son más que un indicador más para construir categorías étnicas; estas categorías, como todos los estereotipos, nos proporcionan información rápida e imperfecta, en este caso, sobre una persona, lo que puede ser relativamente útil en un momento dado (por ejemplo, para suponer a priori que alguien es extranjero y evitar hablarle en gaditano cerrado). Ahora bien, cuando la causa de un tratamiento desfavorable a una persona es la adscripción (compartida o no por esa persona) a una categoría étnica, y ese tratamiento es potencialmente capaz de situar a grupos enteros en una posición sistemática de inferioridad, entonces estamos hablando de discriminación. No importa si identificamos al tipo como "moro", "sudaca" o "gitano" por sus rasgos físicos, por su acento, por sus propias palabras, por su vestimenta o por su manera de andar; lo que importa es la aplicación de la categoría. Ninguna categoría étnica se basa exclusivamente en rasgos genéticos o genealógicos; casi ninguna de ellas (incluyendo nuestra actual definición jurídica de la "nacionalidad") se libra completamente de ellos. ¿Ser "moro" (o árabe, o bereber, o turco) es una "raza"? ¿es una "etnia"? ¿En realidad, importa algo?

¿O es que acaso nos hemos librado de los rasgos físicos? Hace tiempo comentábamos un caso curioso. Unas personas eran desalojadas de un vuelo por el resto de los pasajeros, al parecer porque tenían "rasgos pakistaníes", "hablaban árabe" y "llevaban ropa muy calurosa en verano" (si confiamos en la precisión fisonómica y lingüística de los pasajeros, la verdad es que es un poco sospechoso ver a unos pakistaníes hablando en árabe, yo si veo gente con rasgos españoles y hablando en latín pienso inmediatamente en una conspiración jesuítica); desde una tribuna liberal se considera que esto no es "racismo" porque el ser "musulmán" no es un "destino biológico", sino el resultado de una opción personal, que los "musulmanes" deben reflexionar, o de lo contrario, tienen que asumir las consecuencias. Vamos a olvidarnos por un momento del molesto derecho fundamental a la libertad religiosa, del ya cansino tema de la supuesta esencia maligna del Islam y de los pequeños matices que pueda tener la conexión entre religión y opción libérrima, por ejemplo, para un nacido en Pakistán. El caso es que nuestro tribuno liberal asume que estos señores eran musulmanes; podían ser, digo yo, agnósticos o ateos ¿no era una opción personal? (otra vez el totum revolutum de "cultura", "lengua" y "raza", QUE HA HABIDO SIEMPRE), o, si somos un poco más pesimistas y desconfiamos de la precisión de los pasajeros, los desalojados podrían haber sido cristianos sirios, coptos o palestinos, hindúes de la India o cualquier otra cosa. Uno siempre puede tener un mal día y confundir a un "indio" con un "pakistaní" o la pronunciación del "árabe" con la del hindi; o uno puede tener un poco flojos los dialectos y creer que hablan en urdu cuando es hindi. El que desde luego no era musulmán era el señor español que tuvo problemas en un avión en Alemania por tener la tez morena y una poblada barba (no hace falta "pertenecer a otra raza" si es que eso significa algo, para ser víctima de la discriminación racial).
En todo caso, si asumimos, como es "natural", que estos señores eran "musulmanes", nuestro tribuno liberal no nos da pistas (como casi hacía hace unos siglos don Hernando de Talavera) acerca de qué tendrían que hacer una vez hubieran reflexionado sobre su opción personal y hubieran, seguramente llegado a decidirse por la apostasía. Quiero decir, qué tendrían que hacer para desprenderse, además, de esos incómodos rasgos "pakistaníes" y de ese maligno acentillo árabe (o urdu) que los hace ser "justificadamente" sospechosos de terrorismo. No señor, por mucho que avance la ciencia no estamos libres del uso de rasgos físicos para construir categorías, y mucho menos de la construcción genealógica de la identidad.

No quiero con esto dedicarme a acusar de "racista malo maloso" a nuestro tribuno liberal ni a los aterrorizados pasajeros del avión (su miedo es comprensible, pero eso no legitima su actitud), suponiendo que nosotros, los "progres", los buenos, los puros, nos encontramos libres de "pecado". Lo que quiero decir es que refugiarse en una versión imaginaria del concepto de "raza" de las primeras décadas del siglo XX o huir hacia la mención de los "destinos biológicos" no sirve precisamente para combatir el "racismo", sino más bien para quedarnos contentos, tranquilos y adormecidos con los comportamientos discriminatorios que practicamos o que llevan a cabo los "nuestros".

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