Uno de los temas centrales de este blog es la "integración", de la que nos hemos ocupado en muchas ocasiones. Desde luego, se trata de una categoría confusa y peligrosa, un arma de doble filo. Bien utilizada, es un instrumento como otro cualquiera para comprender, interpretar y transformar la realidad social. Mal usada, se convierte en pura "ideología" en el peor sentido de la palabra: una proyección imaginaria en la cual descargamos nuestras ansiedades y miedos acerca de las contradicciones sociales, a través de la que evitamos enfrentarnos cara a cara con estas contradicciones. Para afrontar este problema vamos a proponer un cambio de perspectiva a través de siete puntos donde se hacen una serie de oposiciones. El hilo conductor, como se verá, es siempre más o menos el mismo, y las referencias a entradas anteriores son recurrentes.
1. ¿Integración como "obligación moral" o integración "como reto social"?
Me parece que muchas veces nos aproximamos al análisis de la sociedad desde un punto de vista excesivamente moralista; nos obsesionamos con buscar quién tiene "la culpa"; perseguimos un "chivo expiatorio" que pueda eximirnos de responsabilidad y sobre el que podamos descargar nuestras ansiedades sin dirigirnos hacia el problema que las generaba. Así, percibimos que nuestra intranquilidad se debe a que los inmigrantes "no se integran" y que no se integran "porque no quieren" y que son "ellos" los que deben "integrarse", que para eso han venido a otro país. A mi juicio, no "existen" las culpas "colectivas" y las cuestiones morales deben situarse siempre en un plano individual: nos preguntamos qué debemos hacer nosotros (sin escurrir el bulto) y si acaso valoramos moralmente la conducta de personas concretas (inmigrantes o no). Pero la valoración de una conducta no nos dice nada sobre sus causas. Una conducta concreta puede estar provocada por factores sociales de todo orden y ello no nos impide valorarla moralmente. Cuando hablamos de grupos humanos genéricos y abstractos, no nos debe importar la valoración moral, sino la comprensión de las causas de aquello que, en principio, percibimos como "problema", el análisis de la realidad. Desde la perspectiva científica, un "problema" es siempre algo estimulante, pero desde una aproximación más coloquial, tal vez el término "reto" nos sitúe en un papel más activo y participante. La "integración" o la "des-integración" son fenómenos sociales en los que intervienen un buen número de factores y donde nosotros estamos participando de algún modo. Se trata de reflexionar sobre cuál queremos que sea nuestro modo de participación, tras comprender el funcionamiento de la realidad.
2. ¿Integración "de los inmigrantes" o integración "mutua"?
Esto nos lleva a un dilema más conocido. Si dejamos de poner el énfasis en categorías morales autoexculpatorias, la "integración" nos sitúa en un sistema del que formamos parte, en el que las personas y las relaciones están interconectadas. La cuestión no es quién "debe" integrarse, sino qué es lo que podemos hacer en este sistema, cómo podemos intervenir. Los migrantes son una minoría en términos numéricos y de poder y esto implica que su "esfuerzo individual" de "integración", de "adaptación" al nuevo entorno tiene que ser (ES) mucho mayor que el de los autóctonos; esto no es un deber moral, sino una realidad, aunque los problemas de empatía a veces nos impiden percibir (y en caso de conductas individuales, valorar) adecuadamente este esfuerzo. Pero, por otra parte, la "sociedad de acogida" tiene un control mucho mayor sobre los factores estructurales que impiden, permiten, facilitan o producen esta integración. Los inmigrantes apenas pueden poner más que su "esfuerzo", la sociedad de acogida pone todo lo demás. Quizás es por esto que los modelos autoexculpatorios se centran exclusivamente en el "esfuerzo". Lo que está claro es que, si realmente la integración es formar parte de la misma cosa, es ineludible la participación de todos. Cuando decimos "no se integran" ¿nos queremos realmente integrar con ellos?
3. ¿Integración "de la inmigración" o integración "de la sociedad"?
Desde luego, tiene sentido hablar de integración "de los migrantes" igual que tiene sentido hablar de integración "de la clase trabajadora", "de las mujeres" o "de los discapacitados" (con sentidos diferentes en cada caso). Pero a veces este énfasis nos plantea una representación inexacta de mundos separados -"los inmigrantes" y "la sociedad autóctona"-, olvidándonos del carácter sistémico e interdependiente de las relaciones entre los "grupos étnicos" que sugeríamos en el punto anterior: no son espacios separados que se cruzan en un punto conflictivo, sino espacios que se configuran y reproducen a través de las relaciones mutuas (el "grupo étnico" sólo "existe " como tal cuando se relaciona con "otro grupo"). Los "inmigrantes" no son algo distinto a la "sociedad", sino que ya forman parte de ella, sólo que participan en ella desde una posición social determinada. Por otra parte, el énfasis en la "integración de los migrantes" puede cerrar excesivamente nuestra mirada acerca de las contradicciones de nuestra sociedad, suponiendo que provienen "de fuera"; si seguimos el camino inverso, bastante más fructífero, la mirada sobre las migraciones puede mostrarnos las contradicciones de nuestra sociedad que allí se manifiestan y se expresan, como en el espejo de la madrastra. Así pues, en último término no son "los inmigrantes" los que se integran: es la sociedad misma la que se integra en tanto se va transformando al hilo de sus contradicciones y disfunciones, que van mucho más allá de las cuestiones migratorias.
4. ¿Integración "de las culturas" o integración "de las personas"?
Resulta sorprendente cómo cualquier debate acerca de la integración, aunque su contexto sea el del mercado de trabajo o el de el acceso a la educación, termina derivando casi irremisiblemente hacia la discusión acerca de las "culturas", las posibilidades del "multiculturalismo", el problema de si las "culturas" son o no compatibles, pueden "convivir" o pueden "fusionarse" o si las "civilizaciones" chocan o forman "alianzas". Las "culturas" son siempre representaciones mentales imaginarias, esencialistas, elaboradas y elevadas, consideradas como bloques, altamente elaboradas, idealizadas o demonizadas, generales o abstractas; es decir, Teología pura. Como aquellas antiguas guerras que se produjeron en el pasado aparentemente sobre cuestiones teológicas que supuestamente habitaban en el mundo de las Ideas, a primera vista intrascendentes para la vida de la gente. Sobre esta pantalla de cine proyectamos miedos, ansiedades, y contradicciones sociales, pero lo hacemos de un modo distorsionado, imaginario, inventando dioses y demonios. Las "civilizaciones" libran batallas épicas en universos platónicos mientras nosotros seguimos con nuestra vida cotidiana. Así, nos distanciamos de los problemas reales de la gente. Alguien puede despotricar frente a los "moros" que "no se integran" e incluso llevarse bien con los "moros" de carne y hueso que conoce (aunque ese mundo imaginario puede terminar estallando por algún sitio): ellos son la "excepción", el "matiz" a esa intranquilidad generalizada expresada en sus mitos sobre la invasión de los bárbaros. Lo que "existen" no son las "culturas" sino las personas de carne y hueso y su mundo de relaciones sociales. Los problemas pueden ser muy reales, pero por eso mismo es apropiado situarlos en el mundo real.
5. ¿Integración "psico-cultural" o integración "socioeconómica"?
Debido al proceso señalado en el punto anterior, la "integración" se percibe como un problema "cultural", de contraste de "culturas" que chocan, de mundos de significados incompatibles; en este contexto, lo que "tiene que hacer" el inmigrante es adaptarse individualmente a esta situación y, por medio de su esfuerzo individual y fuerza de voluntad, abandonar las pautas culturales inadmisibles. En mi opinión, aunque el lenguaje y otros códigos de significado condicionan mucho la interacción social, es más apropiado considerar la "cultura" en la mayoría de los casos como un producto de las relaciones sociales, comunicativas y económicas reales entre personas de carne y hueso. "No es la conciencia de las personas lo que determina su existencia, sino su existencia social lo que determina su conciencia". Cuando nos centramos en estas batallas imaginarias entre culturas o en el nivel de la adaptación individual, se nos olvidan los aspectos de la vida social que condicionan y determinan la convivencia real. ¿Dónde trabajan los inmigrantes? ¿Con quién lo hacen? ¿En qué puestos? ¿Con qué relaciones de subordinación? ¿Hay división del trabajo interétnica? ¿Dónde viven? ¿En qué barrios? ¿Con qué vecinos? ¿En qué colegios estudian sus hijos y con quién? ¿A qué colegios huyen los autóctonos? ¿van los "inmigrantes" a la Universidad? ¿hay espacio para las relaciones "cara a cara" o las interacciones siempre están determinadas por la división del trabajo social? ¿Cuál es el acceso de los inmigrantes a los mercados de bienes y servicios en los que las personas configuran sus "identidades" al margen de sus trabajos alienantes? Es creíble la integración de quienes viven juntos, trabajan juntos, se divierten juntos o estudian juntos. Y esto no es una cuestión exclusivamente de "voluntad" individual sino de ciudadanía social (igualdad formal de derechos e igualdad sustancial de oportunidades). Lo demás vendrá por añadidura.
6. ¿Integración como "homogeneidad" o integración "en la diversidad"?
Este punto es mucho más conocido que los anteriores, pero no menos importante. Implícita o explícitamente, la "integración" se plantea a menudo como un asunto de asimilación en el sentido de eliminación de las diferencias. A menudo, la perspectiva se orienta sobre las diferencias más superficiales y más irrelevantes, que operan como símbolos en los que se concentra el desagrado. ¿Cuántas veces hemos escuchado que los Otros "no se integran" porque van vestidos con ropas distintas? Olvidamos que no vivimos en una sociedad donde todos "vistamos" igual, que hay innumerables diferencias en base a edad, género, clase social, tribu urbana o grupo de pertenencia o preferencias personales. Esta metáfora indica que, con inmigrantes o sin ellos las sociedades (post)modernas no son homogénas y es un sueño (o pesadilla) imposible tratar de conseguir que lo sean. Eso sí, gestionar apropiadamente la diversidad implica construir espacios de vida, de interacción social y de significación comunes y para eso es preciso, una vez más, combatir la exclusión social a través de la igualdad de derechos y de oportunidades vitales. Y con ese sustrato común, existirán múltiples adscripciones, identidades, preferencias, grupos. Porque en definitiva la asimilación parte de una noción falsa de "individuos aislados", perfectamente moldeables, fuerza pura de trabajo bruto, más madera para la máquina.
7. ¿Integración como "tolerancia" o integración como "convivencia"?
Cuando conseguimos co-rresponsabilizar a la sociedad de acogida en el reto de la integración, el peligro es que la cuestión se afronte exclusivamente desde la "tolerancia". La tolerancia no es otra cosa que soportar aquello que consideramos "malo" con la sana finalidad de evitar un mal mayor. Si nos quedamos ahí, aparece entonces el fantasma del multiculturalismo en el peor sentido de la palabra: tú en tu casa puedes hacer lo que quieras, que yo no pienso pisarla. Cuando ponemos el énfasis en la convivencia podemos aclarar algunas cosas: en primer lugar, descubrimos toleramos para poder convivir y que no toleramos aquello que nos impide convivir; en segundo lugar, cuando vivimos realmente en común, terminamos comprendiendo y aceptando algunas cosas que en principio sólo habíamos tolerado; en tercer lugar, la "convivencia" nos implica realmente en la vida de los demás y evita la reproducción de mundos separados: por supuesto, la convivencia puede provocar en un primer momento más problemas que la mutua ignorancia, pero en el fondo, esta opción es socialmente desintegradora en tanto en cuanto ya estamos, en cierto modo, viviendo juntos.
2 comentarios:
Hoy te has lucido en extensión.
Sinceramente me parece difícil conseguir la integración de ciertas personas, sobre todo cuando ciertos valores arraigados en nuestra cultura en otras son inexistentes o contrarios a nuestros valores morales (que no por ello mejores o peores). Todos tenemos que luchar por la integración pero sinceramente ¿Qué tengo que hacer yo para poner mi granito?
Gracias, Irnomen por tu intervención.
Precisamente, la idea es descentrar la cuestión de las descripciones abstractas e imaginarias de lo "cultural" (es la existencia social lo que determina la conciencia) y de la figuración de civilizaciones épicas o extranjeros imaginarios y centrarnos en los problemas concretos de la gente concreta. Si cambiamos la perspectiva de las culturas a lo sociocultural", descubrimos que, día a día convivimos con mayores o menores problemas con personas que tienen pautas culturales y morales distintas a las nuestras. No es que no tengan que ser mejores o peores: no podemos renunciar a nuestra experiencia de valoración moral y tendremos una opinión sobre ellas, pero el caso es que vivimos así, en sociedades plurales. Cuando estas personas son de origen extranjero, no cambia nada, es exactamento lo mismo. Cuando el extranjero no es un sujeto imaginario, sino una persona de carne y hueso, resulta que no es tan diferente como en las imaginaciones.
Creo que es precisa una inyección de materialismo que nos sitúe en las relaciones sociales reales antes que en la manida discusión sobre las "culturas". En este contexto, importan mucho los factores estructurales que reproducen la segregación.
Este énfasis en lo social podría hacernos preguntar eso de ¿qué tengo que hacer yo para poner mi granito?, porque esos factores estructurales parecen quedar muy lejos de la gente. Al margen de nuestra modesta intervención en estos factores, yo creo que la clave para poner ese granito de arena está en la búsqueda de espacios para la interacción social
a cara a cara", es decir, más allá de las barreras establecidas por las fronteras entre los grupos étnicos, de las que hablaremos en próximas entradas. Creo que en el texto enlazado intento explicar un poco qué quiero decir con "cara a cara", abusando, como siempre, de la extensión.
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