Sucede que el esquema de las "culturas" se desarrolló en un momento determinado en el que los antropólogos se disponían a registrar compulsivamente todo un universo de universos que se les escurría de las manos y estaba a punto de desaparecer, o más bien de transformarse por completo: la miríada de sociedades tradicionales escasamente influidas por la "modernidad" que "gozaban" de un cierto aislamiento. Poco a poco, a medida que el objeto de estudio de la Antropología se iba extinguiendo, los antropólogos tuvieron que buscarse el curro y el pan de sus hijos en otra parte. Primero, se fueron al campo, para documentar las formas de vida tradicionales que también estaban en vías de transformación; luego, siguieron a sus "nativos" a los cinturones de las grandes ciudades, y empezaron a analizar los problemas de los migrantes. Se asomaron poco a poco a sectores de la "sociedad moderna" que, debido a la marginación social a la que estaban sometidos, se encontraban en una cierta situación de "aislamiento", lo que permitía la identificación de "subculturas" diversas (drogodependientes, pandilleros juveniles, homosexuales, etc.) con ciertas divergencias "culturales" respecto de la sociedad "oficial". Con todo ese bagaje investigador, cuando se dieron de bruces con la sociedad moderna, descubrieron que distaba mucho de ser homogénea y que uno puede encontrar racimos de pautas culturales entre la aristocracia inglesa, los intelectuales y científicos norteamericanos, los suburbios de la clase media japonesa. En la práctica, la "cultura" había dejado de ser un sustantivo (las pautas homogéneas de un grupo) para convertirse en un adjetivo: "lo socio-cultural", que se diversifica y se articula en torno a distintas redes y grupos humanos.
Ciertamente, la dispersión geográfica y de comunidad política influyen enormemente en la diversidad cultural. Pero esta influencia, ni es absoluta ni tiene necesariamente que ser la más importante. Ciertamente, un indio andino que ha vivido toda su vida en la montaña puede sentirse extraño en la Gran Vía de Madrid (o al contrario, un madrileño en los Andes), pero también un pandillero de barrio bajo madrileño notaría divergencias socioculturales en la recepción de un Embajador en Madrid y un Doctor en Filosofía podría tener problemas para comprender los sobreentendidos de los chascarrillos de una juerga gitana, qué sé yo. Si estudiamos la "cultura" de los profesores de la Universidad española y nos encontramos con un profesor marroquí de ideología izquierdosa ¿qué etiqueta será más útil para predecir el comportamiento de esta persona? ¿Su adscripción al grupo de los "profesores de Universidad española", su origen "marroquí" o su "progresismo"? Pues dependerá de la persona y de su historia personal, del tipo de conducta que se pretenda predecir y del contexto concreto en el que se plantea ¿Necesariamente la determinación de lo "cultural" viene marcada por el origen étnico en mayor medida que los demás factores? Pues está claro que no.
Así, viene a decir Clifford Geertz que la "cultura" es el contexto (social, simbólico, de significados, de expectativas, etc.) que aporta sentido a una "descripción densa", es decir, a una descripción del comportamiento humano efectuada en términos significativos; siguiendo más o menos su ejemplo, si alguien guiña un ojo puede que tenga un tic, que esté intentando ligar, que indique complicidad (como para que alguien le siga una broma), que indique complicidad sobre una complicidad falsa (como si guiña el ojo para fingir que está pidiendo a alguien que siga la broma pero que todos vean que es fingido), etc, etc, etc. La "cultura" es el conjunto de expectativas, de significados compartidos que dan sentido a este comportamiento, que lo provocan o que permiten calificarlo socialmente. Hay pautas culturales para entrar al autobús y en la cola de la carnicería. Todo comportamiento humano es "cultural": significa algo para el que lo lleva a cabo y significa algo para la gente de alrededor.
Este cambio de perspectiva, desde las "metafísicas" y trascendentes "culturas" hasta los comportamientos y prácticas REALES, empíricos nos impide escapar de tratar problemas éticos, valorativos. Cuando uno restringía -arbitrariamente- las "culturas" a las distinciones "culturales" motivadas por la separación geográfica y los lazos de parentesco, era más fácil escapar a estos dilemas razonando por etiquetas (en la siguiente entrada veremos cómo). Pero ahora, cuando descubrimos que un grupo de skinheads golpeando "salvajemente" a un inmigrante está realizando una actividad significativa en un contexto determinado (conforme a patrones socio-culturales) ¿podemos seguir diciendo que todos los productos culturales humanos son "iguales"? ¿de lo mismo aplicar brujería que ciencia a tu herida? ¿es lo mismo que un varón golpee a su pareja a que la trate por respeto?, o por poner casos menos extremos ¿da lo mismo el liberalismo que la socialdemocracia? (donde es más fácil que opinemos cosas distintas, pero algo opinaremos). Es decir, renunciar a la crítica cultural es renunciar a la crítica, a la valoración de los acontecimientos, a tener criterio sobre las cosas. Esta pose -de un relativismo extremo-, niega y a la vez esconde y por tanto deja fuera de la posibilidad de autocontrol, nuestra propia experiencia humana de valoración de las cosas.
Esto nos conduce al segundo "pecado original" que aparece tendencialmente en el "multiculturalismo"; la apariencia de un punto de vista neutro.