
Este blog se dedica a la imaginación y a la reflexión acerca del mundo social y político que nos rodea desde una perspectiva que pretende ser analítica e independiente de intereses partidistas. Mezclaremos como podamos el Derecho, las Ciencias Sociales, las Humanidades y la experiencia.
sábado, noviembre 25, 2006
DE LA "CULTURA OCCIDENTAL" A LA "RACIONALIDAD MODERNA"

sábado, noviembre 18, 2006
SALVAJES, BÁRBAROS, CIVILIZADOS

Antes de que Boas pusiera de moda la noción particularista de "culturas", predominaba entre los pioneros de la Antropología una noción distinta de "cultura" (la definición más famosa es la que propuso Tylor). A partir de una metáfora agraria (la cultura era el fruto de haber "cultivado" el espíritu), se empezó a hablar de la "cultura" como un producto general de la actividad humana. Desde esta perspectiva, la "cultura humana" era una sola cosa y se trataba de un proceso de acumulación en la historia de la humanidad que atravesaba diversos estadíos evolutivos (normalmente llamados "salvajismo", "barbarie" y "civilización"). En cierto modo, en función de su posición en la escala evolutiva, las sociedades podían tener más o menos "cultura". Todavía hoy seguimos diciendo que una persona "tiene cultura" o "es culto" o es "inculto", lo que concuerda con el origen etimológico ("cultivar" el espíritu), pero también con esta noción acumulativa. Lógicamente, esto no tiene nada que ver con las definiciones modernas, que, recordemos, hablaban de la cultura como un contexto que da sentido a la acción humana.
viernes, noviembre 10, 2006
ETIQUETAS ÉTICAS ÉTNICAS

Pero en la discusión ética y política, las etiquetas son frecuentemente un lastre: en primer lugar, desvían continuamente la conversación desde los contenidos que se pretendían debatir hacia las supuestas características personales de los interlocutores; en segundo lugar -y es lo que me interesa destacar-, conducen a argumentos circulares en los que tendemos a camuflar nuestros intereses (materiales o simbólicos) situándolos en la etiqueta que nos resulte más oportuna. Casi nadie es partidario de la "Injusticia" y casi todos nos llenamos la boca defendiendo la "Justicia"; si fuera sólo por la etiqueta, estaríamos todos de acuerdo. Y sin embargo, aquello que metemos en la "caja" de la Justicia diverge de una persona a otra y casi siempre está condicionado por sus intereses. Argumentar a base de etiquetas es muy cómodo: nos permite evadirnos del pronunciamiento sobre contenidos concretos. Y es más cómodo cuanto más amplias, ambiguas y omnicomprensivas son nuestras etiquetas: no hay nada como generalizar acerca de los "musulmanes" -refiriéndonos a unos 1200 millones de personas pertenecientes a grupos étnicos y contextos sociales, económicos y culturales muy diversos-, salvo quizás dedicarnos a hacer grandes declaraciones sobre la presunta "cultura occidental" (a la que dedicaremos otras entradas). De este humus se nutren el "choque" y la "alianza" de civilizaciones: de una concepción "esencialista cultural" que habla de las "civilizaciones" como si fueran cosas tangibles y separadas, que "existen" como existe un árbol o una piedra y no categorías construidas socialmente en función de la perspectiva y de los intereses de cada uno.
Es muy fácil argumentar que una "cultura" es "superior" a otra; de la misma manera es sencillo argumentar que "todas" las "culturas" son "iguales"; un buen sofista puede defender ambas cosas, incluso partiendo de unos valores comunes y consensuados. Puesto que las "culturas" son categorías artificiales para generar conocimiento, basta con definirlas de la manera que más nos interese.
Por ejemplo, si nos interesa emprenderla contra los "musulmanes" (para justificar determinados intereses materiales o para tener un "Otro" al que oponernos con objeto de obtener identidad social positiva), basta con meter en el saco del Islam todo aquello que realicen personas adscritas a esta religión: ya sea la mutilación genital femenina, el burka, el terrorismo "islámico", o incluso cosas tan alejadas de la religión como los disturbios parisinos (ignorando los importantísimos factores socioeconómicos). El resultado del razonamiento estaba predeterminado dogmáticamente: nada ni nadie puede hacernos desistir de nuestro prejuicio; cualquier cosa que se salga de nuestra visión interesada podría interpretarse como sutiles mentiras destinadas a propiciar una futura "invasión", incoherencias de los sujetos con la "verdadera esencia" de su religión (siempre aquello que menos nos gusta de ella) o pequeñas liberalidades propias de "falsos" musulmanes o de personas en proceso de dejar de serlo.
Ante estas declaraciones, otros podemos reaccionar "a la defensiva"; es normal que lo hagan los "musulmanes", por ejemplo, si ven "agredida" su identidad (como si a alguien que se considera "de derechas" le dicen que ser "de derechas" implica por narices ser partidario del franquismo y no le parece). Pero muchos que no somos musulmanes salimos a la defensiva, en el mejor de los casos con nuestro "interés" puesto en eliminar esa degradación simbólica de las personas por adscribirlas a una etiqueta (y en el peor de los casos por adscribirnos irreflexivamente a la moda progre de turno). De una manera o de otra, nuestra defensa consiste en sacar de la "etiqueta" todo lo que no nos gusta: y así destacar que el burka no está prescrito en el Corán, que la mutilación genital femenina es una práctica cultural ajena al Islam que a veces coincide y a veces no con su ámbito de expansión, que los terroristas "islámicos" están teóricamente cometiendo "pecado" tanto por homicidas como por suicidas o que en 1991 hubo unos disturbios de inmigrantes hispanos en Mount Peasant (Washington) que recuerdan en algo a los de París en condiciones estructurales de cierta semejanza. En esta defensa se nos olvida que estamos hablando por la identidad de otros y que a este respecto son bastante más autorizadas las opiniones que tengan los musulmanes (unos y otros) que las nuestras; y que, en ciertos casos, algunos musulmanes pueden considerar que estas conductas guardan relación con su religión (ignorar esta conexión, significativa para ellos nos puede dar una visión deformada del asunto). En resumen, no ser conscientes de que simplemente nos estamos adscribiendo a la opinión que más nos interesa y que la apoyaríamos aunque fuera completa y absolutamente minoritaria.
A esta discusión sobre las "esencias" de la "musulmanidad" habrá que dedicar otras entradas. Ahora es un simple ejemplo de cómo razonando por etiquetas todo vale, vale todo. Y los discursos pueden terminar quedando vacíos de contenido por empeñarse en colgar sambenitos positivos o negativos sobre las personas en lugar de referirse DIRECTAMENTE a dilemas éticos o políticos y enjuiciar comportamientos, no colectivos. Hablemos del burka, de la mutilación genital femenina, etc., la hagan los "musulmanes", los klyprogianos o los Guerreros de la Luz (religiones inventadas sobre la marcha); y no proyectemos automáticamente sobre los Otros todo lo que no queremos, no sea que así (y al ignorar por irrelevante todo lo que no se corresponda con nuestro prejuicio) estemos precisamente dando alas a nuestros miedos.
¿Pero entonces, no puede hacerse crítica socio-cultural sin caer en la trampa? ¿Puede hablarse de conductas concretas sin utilizar la muletilla de las etiquetas? ¿No puede criticarse el Islam, el cristianismo, el liberalismo, el anarquismo, el socialismo, el comunismo, el fascismo, el nazismo, etc.? Lo importante es dónde está el énfasis, pero dónde está DE VERDAD, no formalmente, porque el razonamiento "por etiquetas" que describo opera casi siempre de manera inconsciente. Cuando el énfasis está en los comportamientos concretos, sabemos e interiorizamos que las etiquetas son sólo "muletillas" para poder englobar conceptos y que pueden tener mayor o menor consistencia estadística, pero que nunca son absolutos; así, nuestras etiquetas quedan matizadas, estamos dispuestos a dejar que la realidad nos las desmienta, en algún caso o en la mayoría. Cuando el énfasis está en los sujetos y LO IMPORTANTE SON LAS ETIQUETAS, entonces estaremos dispuestos a creer lo que haga falta para satisfacer nuestros intereses inmediatos; seremos auténticos cruzados del odio... o del "multiculturalismo"; y todo ese paraíso artificial, ilusorio, creado para sentirnos cómodos nos mantendrá sedados e incapaces de reaccionar de manera responsable y consciente ante la nueva realidad de los tiempos interesantes que se nos avecinan.
Pero antes de renunciar del todo a la pregunta-trampa de si hay culturas superiores a otras (que en mi opinión nos despista y nos aleja del trabajo intercultural realmente necesario), hay que plantearla de otra manera. ¿Pero... no hay algo en la llamada "cultura occidental" que la hace "superior" a todas las demás debido a su éxito empírico?
lunes, noviembre 06, 2006
LA NEUTRALIDAD APARENTE

Me parece útil sacar a la palestra la distinción entre juicios de hecho y juicios de valor (yo añado un tercer tipo mixto pero no viene al caso). Los sofistas ya advirtieron que, al contrario que los juicios de hecho, los juicios de valor no son verificables empíricamente. Si yo digo "El blues mola" o "hace frío" no hay manera de comprobar objetivamente si "tengo razón"; todo lo más, se pueden convertir en juicios de hecho verificables "A Antonio le gusta el blues" o "Antonio tiene frío", o bien hacerse cálculos estadísticos para saber si a mucha gente le gusta ese tipo de música, o se puede medir la temperatura y deducir si mi sensación es anómala en comparación con la que sentirían la mayoría de las personas. Los relativistas extremos caen en la trampa de creer que, por el mero hecho de que estos juicios no son "objetivos", carecen de sentido (¡como si las personas fuéramos objetos!) y así, se niegan así mismos al negar su propia experiencia de valoración de la realidad. Por ejemplo, salvo que tengamos un día especialmente ingenuo, somos conscientes de que la razón de nuestro cariño por la gente que queremos no estriba en sus especiales cualidades objetivamente mensurables y contrastables, de manera que fueran el resto de las personas del mundo las que hubieran errado en sus preferencias; pero ello no nos impide seguirlos queriendo y disfrutar (o sufrir) esta experiencia.
El relativismo arcaico tendía a considerar que los juicios de valor eran completamente "subjetivos", lo que no es del todo cierto, dado que en realidad son "intersubjetivos", es decir, compartidos. En primer lugar, son intersubjetivos debido a la "unidad psíquica de la humanidad", es decir, al hecho de que todas las personas estamos hechas más o menos de la misma pasta; así un chirrido infernal y ensordecedor que dura una hora y hace daño al oído no podrá parecerle a nadie una música hermosa, por más vanguardista que sea, nadie tiene "calor" a cincuenta grados bajo cero y tienen que darse circunstancias muy especiales para que un padre no quiera a su hijo. En segundo lugar, son intersubjetivos porque se comunican, se difunden, se propagan, se negocian, se reformulan en distintos contextos sociales y culturales; así, al margen de teorías místicas sobre la música circulando por la "sangre", un "gitano" "español" tiene bastantes probabilidades de disfrutar del flamenco porque esta música haya formado parte de su historia personal; "el roce hace el cariño" e incluso el frío puede contagiarse en algún caso. Si el relativismo arcaico cargaba las tintas en el "subjetivismo", el relativismo "multicultural" tiende a magnificar esta influencia de la "cultura" considerada como una "cosa" homogénea que determina casi completamente la conducta del individuo. Así, lo que hacemos está determinado por nuestra "cultura", de manera que todos los juicios morales son relativos, porque son culturales y todas las "culturas" son iguales en dignidad dado que cualquier comparación que se haga entre ellas será "etnocéntrica".
Este argumento cae en la típica contradicción del relativismo extremo. Parece una opinión objetiva, científica, impersonal, al margen de todo etnocentrismo. El robot alienígena e inhumano "Neutro" con el mundo en sus manos que aparece en la ilustración. No obstante, ahora que nos hemos desembarazado de una visión esencial de las culturas es más fácil ver que los "multiculturales" están también -como todo el mundo- culturalmente condicionados. Boas y sus epígonos no surgieron del vacío de la inexistencia ni del corazón de la selva amazónica, sino de una sociedad concreta: la sociedad norteamericana a finales del siglo XIX y durante el siglo XX. Aunque hay experiencias de relativismo por doquier, el multiculturalismo tal y como lo conocemos sólo puede surgir en una sociedad funcionalmente especializada, "individualista" en el sentido de Berger y Luckman (es decir, la gente está acostumbrada a cambiar de "roles", de manera que estos no se imponen tan automáticamente como en las sociedades menos complejas y puede contemplarse el rol social con cierta distancia). Los multiculturales estaban imbuidos de "cultura occidental" -si es que el término significa algo- y también de "cultura multicultural" en la medida en que en las sociedades modernas conviven diversos patrones ideológicos, que, por supuesto, son también "culturales" en el sentido que utilizábamos en las entradas anteriores.