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viernes, noviembre 10, 2006

ETIQUETAS ÉTICAS ÉTNICAS

Imagen obtenida en http://www.fractal.com.ve

Aunque les tenga una cierta manía personal, seguro que las "etiquetas sociales" sirven para algo; sobre todo si se plantean como instrumento para profundizar reflexivamente sobre nuestra propia identidad. ¿Qué significa para los que así se califican ser "musulmán"? ¿Ser "liberal"? ¿Ser "de izquierdas"? ¿ser "español?, ¿ser "mujer"?, etc.

Pero en la discusión ética y política, las etiquetas son frecuentemente un lastre: en primer lugar, desvían continuamente la conversación desde los contenidos que se pretendían debatir hacia las supuestas características personales de los interlocutores; en segundo lugar -y es lo que me interesa destacar-, conducen a argumentos circulares en los que tendemos a camuflar nuestros intereses (materiales o simbólicos) situándolos en la etiqueta que nos resulte más oportuna. Casi nadie es partidario de la "Injusticia" y casi todos nos llenamos la boca defendiendo la "Justicia"; si fuera sólo por la etiqueta, estaríamos todos de acuerdo. Y sin embargo, aquello que metemos en la "caja" de la Justicia diverge de una persona a otra y casi siempre está condicionado por sus intereses. Argumentar a base de etiquetas es muy cómodo: nos permite evadirnos del pronunciamiento sobre contenidos concretos. Y es más cómodo cuanto más amplias, ambiguas y omnicomprensivas son nuestras etiquetas: no hay nada como generalizar acerca de los "musulmanes" -refiriéndonos a unos 1200 millones de personas pertenecientes a grupos étnicos y contextos sociales, económicos y culturales muy diversos-, salvo quizás dedicarnos a hacer grandes declaraciones sobre la presunta "cultura occidental" (a la que dedicaremos otras entradas). De este humus se nutren el "choque" y la "alianza" de civilizaciones: de una concepción "esencialista cultural" que habla de las "civilizaciones" como si fueran cosas tangibles y separadas, que "existen" como existe un árbol o una piedra y no categorías construidas socialmente en función de la perspectiva y de los intereses de cada uno.

Es muy fácil argumentar que una "cultura" es "superior" a otra; de la misma manera es sencillo argumentar que "todas" las "culturas" son "iguales"; un buen sofista puede defender ambas cosas, incluso partiendo de unos valores comunes y consensuados. Puesto que las "culturas" son categorías artificiales para generar conocimiento, basta con definirlas de la manera que más nos interese.

Por ejemplo, si nos interesa emprenderla contra los "musulmanes" (para justificar determinados intereses materiales o para tener un "Otro" al que oponernos con objeto de obtener identidad social positiva), basta con meter en el saco del Islam todo aquello que realicen personas adscritas a esta religión: ya sea la mutilación genital femenina, el burka, el terrorismo "islámico", o incluso cosas tan alejadas de la religión como los disturbios parisinos (ignorando los importantísimos factores socioeconómicos). El resultado del razonamiento estaba predeterminado dogmáticamente: nada ni nadie puede hacernos desistir de nuestro prejuicio; cualquier cosa que se salga de nuestra visión interesada podría interpretarse como sutiles mentiras destinadas a propiciar una futura "invasión", incoherencias de los sujetos con la "verdadera esencia" de su religión (siempre aquello que menos nos gusta de ella) o pequeñas liberalidades propias de "falsos" musulmanes o de personas en proceso de dejar de serlo.

Ante estas declaraciones, otros podemos reaccionar "a la defensiva"; es normal que lo hagan los "musulmanes", por ejemplo, si ven "agredida" su identidad (como si a alguien que se considera "de derechas" le dicen que ser "de derechas" implica por narices ser partidario del franquismo y no le parece). Pero muchos que no somos musulmanes salimos a la defensiva, en el mejor de los casos con nuestro "interés" puesto en eliminar esa degradación simbólica de las personas por adscribirlas a una etiqueta (y en el peor de los casos por adscribirnos irreflexivamente a la moda progre de turno). De una manera o de otra, nuestra defensa consiste en sacar de la "etiqueta" todo lo que no nos gusta: y así destacar que el burka no está prescrito en el Corán, que la mutilación genital femenina es una práctica cultural ajena al Islam que a veces coincide y a veces no con su ámbito de expansión, que los terroristas "islámicos" están teóricamente cometiendo "pecado" tanto por homicidas como por suicidas o que en 1991 hubo unos disturbios de inmigrantes hispanos en Mount Peasant (Washington) que recuerdan en algo a los de París en condiciones estructurales de cierta semejanza. En esta defensa se nos olvida que estamos hablando por la identidad de otros y que a este respecto son bastante más autorizadas las opiniones que tengan los musulmanes (unos y otros) que las nuestras; y que, en ciertos casos, algunos musulmanes pueden considerar que estas conductas guardan relación con su religión (ignorar esta conexión, significativa para ellos nos puede dar una visión deformada del asunto). En resumen, no ser conscientes de que simplemente nos estamos adscribiendo a la opinión que más nos interesa y que la apoyaríamos aunque fuera completa y absolutamente minoritaria.

A esta discusión sobre las "esencias" de la "musulmanidad" habrá que dedicar otras entradas. Ahora es un simple ejemplo de cómo razonando por etiquetas todo vale, vale todo. Y los discursos pueden terminar quedando vacíos de contenido por empeñarse en colgar sambenitos positivos o negativos sobre las personas en lugar de referirse DIRECTAMENTE a dilemas éticos o políticos y enjuiciar comportamientos, no colectivos. Hablemos del burka, de la mutilación genital femenina, etc., la hagan los "musulmanes", los klyprogianos o los Guerreros de la Luz (religiones inventadas sobre la marcha); y no proyectemos automáticamente sobre los Otros todo lo que no queremos, no sea que así (y al ignorar por irrelevante todo lo que no se corresponda con nuestro prejuicio) estemos precisamente dando alas a nuestros miedos.

¿Pero entonces, no puede hacerse crítica socio-cultural sin caer en la trampa? ¿Puede hablarse de conductas concretas sin utilizar la muletilla de las etiquetas? ¿No puede criticarse el Islam, el cristianismo, el liberalismo, el anarquismo, el socialismo, el comunismo, el fascismo, el nazismo, etc.? Lo importante es dónde está el énfasis, pero dónde está DE VERDAD, no formalmente, porque el razonamiento "por etiquetas" que describo opera casi siempre de manera inconsciente. Cuando el énfasis está en los comportamientos concretos, sabemos e interiorizamos que las etiquetas son sólo "muletillas" para poder englobar conceptos y que pueden tener mayor o menor consistencia estadística, pero que nunca son absolutos; así, nuestras etiquetas quedan matizadas, estamos dispuestos a dejar que la realidad nos las desmienta, en algún caso o en la mayoría. Cuando el énfasis está en los sujetos y LO IMPORTANTE SON LAS ETIQUETAS, entonces estaremos dispuestos a creer lo que haga falta para satisfacer nuestros intereses inmediatos; seremos auténticos cruzados del odio... o del "multiculturalismo"; y todo ese paraíso artificial, ilusorio, creado para sentirnos cómodos nos mantendrá sedados e incapaces de reaccionar de manera responsable y consciente ante la nueva realidad de los tiempos interesantes que se nos avecinan.

Pero antes de renunciar del todo a la pregunta-trampa de si hay culturas superiores a otras (que en mi opinión nos despista y nos aleja del trabajo intercultural realmente necesario), hay que plantearla de otra manera. ¿Pero... no hay algo en la llamada "cultura occidental" que la hace "superior" a todas las demás debido a su éxito empírico?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Este blog es cojonudo. Felicidades. Da gusto leerlo. Máxime cuando uno se da cuenta de que no está escrito, en realidad, para ser leído. Porque, en ese caso, ya se apañaría su autor para posicionarlo de manera más "visible". Y conste que no me parece mal. Ánimo.

Antonio Álvarez del Cuvillo dijo...

Gracias, Andrés, pero ¿a qué te refieres con "posicionarlo de manera más visible"?

A mí me gusta que el blog lo lea la gente, claro. Sólo que si no lo lee nadie, seguramente sigo escribiendo.

Por cierto, que voy con bastante retraso, con la lengua afuera; espero no tardar mucho en poner la siguiente entrada.

Anónimo dijo...

Quiero decir que escribir cosas y hacerlo de forma currada, como lo haces tú, requiere de tiempo y de esfuerzo. Intuyo que no será algo que te sobre, precisamente, como nos pasa a casi todos.

Si te interesara exclusivamente la audiencia, el reconocimiento y aplauso de quienes te leen, no escribirías como lo haces ni lo harías donde lo haces. Pero eso ya lo sabes. Centrarías tus esfuerzos en lo que pudiera tener más repercusión y darte más réditos.

Intuyo que esto han de ser, especialmente, dos cosas:
- una excusa (una obligación autoimpuesta) para poner por escrito y ordenar reflexiones, ideas, lecturas, sensaciones, cosas que aprendes o que pienas
- un intento por aportar un mínimo granito de arena, por inadvertido que pueda pasar, al debate público y a su dignificación, desde la reflexión y el buen sentido, desde la honradez intelectual del que escribe de forma casi íntima pero, a la vez, en abierto y, en consecuencia, puede aspirar, muy poco a poco, a ir siendo detectado y a convencer o ilustrar o irritar o perturbar siquiera a una persona, siquiera sea de cuando en cuando.

En cualquier caso, por ambos motivos, o por los que sean, felicidades.

Antonio Álvarez del Cuvillo dijo...

Ah, pues sí que hay algo de eso, aunque no de manera tan heroica. Militancia de hormiga y un poco de necesidad expresiva cuando los discursos bullen dentro de uno.

Creo que en estos tiempos interesantes que estamos viviendo y que se nos avecinan es preciso y urgente construir discursos e ideologías que nos permitan adaptarnos a la realidad y al crecimiento de la xenofobia que es de esperar. Desde una toma de partido por los extranjeros, y tratando de evitar -en lo posible- ingenuidades y simplezas que sólo pueden hacer daño a esta causa, este es mi modesto granito de arena ante una situación muy grande que sin embargo depende mucho de pequeñas cosas. Escribiendo sobre estas cosas me permito pensar sobre ellas y ordenar estos pensamientos. Al mismo tiempo espero poder ayudar o motivar que otras personas piensen sobre ello, dialoguen o discutan si procede; y al mismo tiempo aprender de sus aportaciones y sus críticas, por supuesto.