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viernes, octubre 05, 2007

VINIERON DE ALGÚN SITIO

Si digo "migración" y no "inmigración" no es por casualidad o capricho, pero tampoco para cumplir con un catecismo políticamente correcto (usen ustedes lo que las palabras que más les apetezcan). Lo hago simplemente como ejercicio que me recuerde continuamente que hay vida más allá de mi ombligo. Siempre es de aplicación el famoso cuento de los "ciegos y el elefante", ya que no es raro -en todos los aspectos de la vida- que la realidad se nos escape de la vista porque estamos "demasiado" preocupados por el fragmento de la realidad que tenemos delante de nuestras narices.

Así, por ejemplo, nos puede parecer que las migraciones internacionales de nuestra era son básicamente un movimiento de población desde los países que metemos en la etiqueta de "Tercer Mundo" hasta los países que pertenecen al selecto club de los más desarrollados, ignorando por el camino que la mayor parte de los movimientos de población se producen entre los países que desde "aquí" consideramos pobres. Pero sobre todo se nos puede olvidar en la práctica la obviedad de que los IN-migrantes que tenemos delante son también E-migrantes; o sea, que "vinieron de algún sitio".

Así, por ejemplo, cuando pensamos en las consecuencias -positivas y negativas- de las migraciones sobre las personas y sobre la sociedad, hemos de pensar también en los países de origen. Difícilmente puede negarse el impacto globalmente positivo -y a veces tremendamente significativo- que suponen las "remesas" enviadas por los emigrantes, al activar el consumo y en muchos casos la inversión, para levantar la economía de los países pobres. Aunque definitivamente hay gente para todo (en este caso, sesgados por posiciones xenófobas). El mito del indiano, o sea, del emigrante que vuelve a su tierra con una fortunita y monta un negocio no se cumple tanto como se sueña, pero sí que se verifica algunas veces; y eso supone no sólo creación de empresas, sino también de conexiones internacionales. Asimismo la emigración también puede contribuir a contener el desempleo en los países emisores, como de hecho sucedió en su tiempo en España.

Pero también hay consecuencias negativas, claro, incluso en el nivel macro, más allá de las historias personales y de las familias fragmentadas. Un día me dijo un colega marroquí que si abrieran la frontera de España, se vendrían "todos" [es decir, muchísimos] para acá; inmediatamente pensé, claro, en las profecías catastróficas sobre un país sobrecargado por masas de inmigrantes a los que no puede acoger. Hoy se me ocurre de pronto que a los marroquíes (también a los que vienen aquí) tal vez les importe también lo que pasaría con su país si éste fuera abandonado por millones de personas. Por supuesto, si no nos vamos a un futuro apocalíptico, sino a nuestros propios tiempos interesantes, sí que existen las fronteras, de manera que nunca se van "todos", pero a lo mejor en muchos sitios, los que tienen oportunidad de irse no son precisamente los que están en los márgenes más extremos de los países periféricos (esa migración, la del hambre y la miseria más extremas, existe, pero pienso que se reparte entre los pobres apenas llega a los países ricos). A pesar de la especial saliencia que muestran las pateras o cayucos, por tratarse de situaciones especialmente sangrantes y extremas, la inmensa mayoría de los migrantes (es decir, el 95%) accede a nuestro país en avión o en autobús; y, en todo caso, el pasaje para el peligroso viaje en una patera no sale precisamente gratis. En muchas ocasiones suelen tener la oportunidad de venir a nuestra protegida fortaleza los que en términos comparativos consiguen disponer de algunos ahorros, de algunos recursos económicos, sociales y cognitivos; es decir, en parte, los que podrían llegar a constituir una "clase media". Es muy discutible la calificación, pero tal vez también pueda decirse que en muchos casos los que se marchan son precisamente -en el lenguaje de los valores de nuestra sociedad- los más "emprendedores" y "dinámicos", los que asumen riesgos con cierta ambición (los que por tanto son más capaces de estructurar una pequeño-burguesía capitalista).

A veces también, se marchan precisamente los trabajadores más cualificados, los que tienen estudios avanzados o los que saben hacer algo muy específico. En parte porque al gozar de mayor cualificación aumentan las posibilidades de tener algunos recursos económicos, sociales y cognitivos con los que acceder al fortín europeo, por ejemplo, para obtener un visado de turista. En parte porque aumentan las expectativas sobre su propia carrera profesional, que a veces son muy escasas en los países de origen (y aunque en muchos casos terminen subempleados en el país de acogida, probablemente compense el negocio). En parte porque desde los países ricos estamos estimulando este tipo de migración por "nuestros" propios intereses.

Desde un punto de vista individual, es decir, personal, nada hay que reprochar a alguien que, viviendo en un país de escasas oportunidades económicas, cuando consigue reunir alguna cualificación corre a buscar sus sueños a un lugar más propicio; está claro, tiene tanto derecho como cualquier otro a "buscarse la vida".

Pero globalmente y desde el punto de vista más frío e impersonal de los cálculos económicos, hay que considerar el problema de algunos países con pocas oportunidades de formación y mucha necesidad de personas cualificadas (especialmente en África), que, a causa de la "fuga de cerebros" pierden gran parte de su mejor "capital humano" y, en su caso, de la inversión efectuada en unas instituciones educativas todavía bastante precarias. Así, no dejo de sentir admiración por gente como un amigo peruano, que vino a España con objeto de aprender y obtener una formación con la que contribuir a levantar su país, y tras pasar varios años en España, decidió firmemente volver para cumplir sus promesas patrióticas, aunque contaba con incentivos de todo tipo para quedarse (quien me dijo a mí, agnóstico de patrias, que un día iba a admirar el patriotismo).

Somos conscientes, claro está que el problema de fondo es que no vivimos en un mundo "ideal" donde no hay fronteras y donde la gente emigra simplemente porque quiere conocer mundo, porque quiere probar suerte en otro sitio, porque su vida llega a un punto muerto de bloqueo y sienten que tienen que marcharse a empezar de nuevo en otra parte, porque reciben una interesante oferta de trabajo, o bien para reunirse con familiares o personas amadas. Sabemos que hay mucha gente que se marcha a vivir muy lejos por estas razones (seguro que conocemos casos). Pero también sabemos que éstas no constituyen las principales causas de las migraciones masivas de nuestro tiempo. Así pues, para intentar contemplar el elefante entero, no sólo hay que pensar en los eventuales "efectos llamada", sino también en el "efecto salida".

7 comentarios:

Jónathan Gil Guerrero dijo...

Pues yo digo inmigración y creo que no voy a poder remediarlo

Antonio Álvarez del Cuvillo dijo...

Jónathan,

Gracias por tu comentario. No hay nada que remediar; como decía, lo importante no es cumplir las normas lingüísticas de un catecismo políticamente correcto: eso nos arrastra casi siempre a la contradicción y a veces a la hipocresía. A mí no me importan las palabras, sino la realidad que hay detrás de ellas; lo que me interesa es que veamos las (in)migraciones desde todos los puntos de vista posibles. Para recordarme a mí mismo eso en concreto, prefiero hablar de "migrantes" y de "migraciones", pero eso ya es cosa mía.

JLuis dijo...

Pues si. A mi me parece muy interesante la propuesta, fundamentalmente por lo que después de leer la entrada entiendo que implica.

Pone el dedo en una realidad que se puede constatar día a día, incluso entre quienes más relación tienen con el mundo de la "migración". Se tiende a olvidar que quien viene lo hace de algún sitio, donde algo ha dejado, y que ocupa buena parte de sus anhelos.

Es difícil entender la realidad del fenómeno migratorio en general o su materialización en lo cotidiano si no se tiene en cuenta ese extremo.

Una saludo.

Anónimo dijo...

A mí me encanta la palabra persona migrante, porque tiene dentro poesía, antropología, y mucha verdad. Antonio lo ha explicado muy bien y no tengo nada que añadir...es así, quien viene aquí, abandona otro lugar...

Cuando trato con alguna "persona migrante", (corrígeme si no utilizo bien el término, Antonio) cada vez siento más curiosidad por el lugar de dónde viene. He dejado de mirarme el ombligo, creo. Ya empiezo a pensar un poco más en global.

Aún así, y respecto al comentario de Jonathan, podríamos decir, que muchas veces, para entendernos , no hay más remedio que decir "inmigrante". Eso pasa mucho a nivel legislativo , no cuando se habla de interculturalidad (en cuyo caso se puede utilizar la palabra migrante) sino cuando a nivel de derecho de extranjería quiero diferenciar a quien entra en España para residir, a quien entra como turista, a quien es español y emigra...

Creo que pasa un poco con la cuestión de género igual. Quién pudiera meter a la mujer en todas las frases, darle omnipresencia en el lenguaje, y sin embargo, es muy poco práctico a veces y muy difícil.

De todas formas , lo que dice el blog, es muy bonito y voto por tenerlo presente...Lo hago mío.

istharb dijo...

Hola

He encontrado tú blog, buscando información para un trabajo de Pedagogía de la Diversidad (estudio Educación Social)y me ha encantado, además de que me ha sido muy útil para el trabajo.

Sólo quería darte las gracias

Un saludo

Peluhongkong dijo...

Increibles estos Tiempos Interesantes.

Antonio Álvarez del Cuvillo dijo...

Pues muchas gracias también a vosotros, Ishtarb, Anónimo y Pelu, siempre me agrada saber que haya más gente aquí sentada en la encrucijada, escuchando las historias de los que venían de otro sitio.

Por cierto, los amigos de contemplar los mil cachos del elefante de la realidad, no dejen de visitar el blog de mi viejo amigo Pelu, que nos cuenta en cierto modo historia del revés: emigrante español recalcitrante en Londres que ahora nos escribe una especie libro de viajes de la era virtual ¡desde Hong Kong!