Uno de los métodos más usuales a través de los cuales se crea un racismo imaginario que oculta el problema auténtico consiste en construir una falsa distinción entre la "raza" (que se supone algo biológico, innato y no modificable, salvo para Michael Jackson) y la "etnia" (que se cree una especie de atributo esencial, socialmente adquirido y reversible). A todo esto subyace un argumento que no siempre se hace explícito: el "racismo" biológico siempre es inaceptable, puesto que se trata a la persona por una circunstancia que no tiene nada que ver con su "mérito" personal; en cambio, como la "etnia" está tan relacionada con la cultura y, por tanto, con el comportamiento, no está tan claro que estos perjuicios "de segunda" estén siempre injustificados. Así, no hay manera de distinguir entre la crítica sociocultural, el prejuicio y la discriminación. Hoy me conformo con negar la mayor: no sólo sucede que el racismo biologicista de aires pseudocientíficos es una cosa relativamente moderna en la larga historia de la discriminación, sino que, además, el racismo "real" no se corresponde del todo con este modelo simplista.
Como muestra un botón: uno de nuestros referentes míticos para el racismo "evidente" es el apartheid sudafricano; aparentemente, en este caso se verificaba la manida frase de "tratar a la gente por el color de su piel". En realidad, esto no es del todo exacto. La Population Registration Act (afortunadamente derogada), en un principio dividía la población en negros, blancos y 'personas de color'; para definir qué se entiende por "blanco" utilizaba una definición de corte marxista (lo digo por Groucho, claro):
"[...] una persona que: a) es obviamente blanca en apariencia y no es generalmente aceptada como una persona 'de color'; o b) es generalmente aceptada como 'blanca' y no es en apariencia obviamente no blanca".
Esta norma nos da la pista de que el racismo no consiste en tratar a las personas "por el color de su piel" -como sucede efectivamente si utilizas una crema de protección solar más potente para una piel más clara-; el racismo utiliza categorías imaginarias, a veces difusas o fluidas, de fronteras no siempre discretas, relativamente compartidas en un contexto determinado. El color de la piel es sólo un indicador -uno especialmente claro o "saliente"- para atribuir a la víctima la correspondiente categoría social. La lengua, el acento, la "etiqueta" que tuvieran los padres, las costumbres, la vestimenta, la propia autodesignación, etc., pueden también operar a veces como rasgos distintivos. Suele decirse que los españoles no somos xenófobos porque a los "extranjeros ricos" no los tratamos del todo mal; tal vez este entendimiento de la discriminación racial como un mecanismo que opera por medio de categorías que se construyen a través de indicadores (que son simplemente "señales" de la presencia de la categoría), ayude a ver más claro el asunto.
2 comentarios:
Me da la impresión de que no hay fervientes masas esperando la próxima entrada del blog ;-)). En cualquier caso, por si acaso hubiera alguien al Otro Lado, estaré unos días fuera y no actualizaré el blog hasta el martes que viene o así.
No te creas me parece que has dado en el clavo con tu idea
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