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viernes, agosto 18, 2006

HOBSBAWM Y EL PAÍS DE LOS TRABAJADORES

Hace unas semanas nos subrayaba Paco una aparente paradoja: frecuentemente el rechazo a los migrantes se desata con más virulencia entre aquellos que se encuentran en las posiciones más bajas de la estructura social, es decir, en las personas y grupos que más tendrían que ganar haciendo causa común con ellos. Aspectos simbólicos, identitarios pueden hacer que unos y otros perciban sus intereses como distintos, y aún contrapuestos, a pesar de tener problemas comunes. Para empezar a asomarnos a este problema no está de más un poco de perspectiva histórica. Para ello recomiendo la lectura del ensayo del reconocido y genial historiador (¿británico?, ¿judío? ¿marxista?), Eric Hobsbawm, (1982) "¿Cuál es el país de los trabajadores?", en El mundo del trabajo: estudios históricos sobre la formación y evolución de la clase obrera, Crítica, 1987. Por cierto que casualmente su autobiografía se llama como este blog.
El ensayo arranca con una reflexión muy interesante: "Si es un error suponer que los trabajadores no tienen país, igualmente engañoso es creer que sólo tienen uno y que nosotros sabemos cuál es"; así pues, critica tanto las visiones esencialistas y homogeneizadoras del nacionalismo moderno "[...] un invento del siglo XIX" como la pretensión de que las identidades digamos étnicas no tienen nada que ver con los trabajadores. Antes de que se empezara a hablar seriamente del transnacionalismo, destaca que las identidades étnicas tienden a ser heterogéneas y cambiantes, aunque en determinados momentos algunas parezcan más importantes que otras, que no son necesariamente excluyentes y que rebasan las fronteras de las naciones-estado (como cuando se refiere a los sicilianos y calabreses emigrados a América, que no sólo se convierten en norteamericanos sino que eran partícipes de una Italia que vivía ya más allá de las fronteras para desplegarse por Argentina, Brasil, Australia...) También destaca, ya en el año 1982, el papel de la concesión de la ciudadanía -a los obreros nacionales- para su integración en la nación.

Sin contradicción con su orientación marxista, Hobsbawm no niega la importancia de las cuestiones simbólicas, identitarias; de hecho afirma que, aunque la agrupación para la solución de problemas concretos de los trabajadores (lo que llama "conciencia sindical de clase") trasciende a menudo las barreras culturales, en lo que refiere a la construcción de la "conciencia política", allí donde la identidad de clase "[...] ha chocado con la conciencia nacional, religiosa o racial, generalmente se ha doblegado y retirado". Así las cosas, el autor analiza desde un punto de vista histórico cuáles son las condiciones para que la percepción de la diferencia étnica provoque división entre los trabajadores:

-En primer lugar, se refiere a la influencia de movimientos nacionalistas o políticos de otro signo, en principio externos a la clase trabajadora. Estas razones son para él las más importantes. De aquí podríamos quizás extraer la conclusión de que la articulación de las diferencias étnicas no es sólo espontánea, sino organizada.
-En segundo lugar, los cambios rápidos e importantes en la composición de los trabajadores. Pero para el autor, los procesos "espontáneos" que provocan estos cambios no son demasiado relevantes y la cuestión adquiere importancia cuando los sentimientos étnicos se mezclan con la configuración del Estado y de las instituciones (se refiere por ejemplo a las adscripciones lingüísticas y la "lengua oficial").
-En tercer lugar, las pretensiones de mantener condiciones favorables para un grupo limitando la entrada en la clase trabajadora (con éxito parcial, ya que si es total ciertamente se produce una cierta homogeneidad), si bien se matiza que la exclusión o segregación general y permanente es difícil de soportar y se tiende simplemente a alimentar privilegios ("aristocracias obreras" con marca étnica, como en Irlanda del Norte). Esto me sugiere la posibilidad de que las limitaciones jurídicas y fácticas para el empleo de extranjeros en combinación con un mercado de trabajo fuertemente segmentado desplieguen importantes efectos secundarios des-integradores.
En cualquier caso, el análisis nos remite a estrategias posibles, a acciones en cierto modo evitables. De manera que tal vez nos de pistas acerca de cómo reaccionar ante una previsible (y quizás hasta cierto punto inevitable) secesión entre empobrecidos.

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