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sábado, noviembre 07, 2009

LOS OTROS (IV) LOS MECANISMOS DE EXCLUSIÓN COGNITIVA

En tanto que los "grupos étnicos" ocupan posiciones diferenciadas en la división social del trabajo (aunque, por supuesto, las fronteras de las posiciones sociales no son completamente herméticas), es realista -hasta cierto punto- suponer que existen intereses diferenciados. O sea, que el "nosotros" y el "ellos" puede tener un cierto sentido en términos materialistas, más allá de las fantasmagóricas ilusiones de las representaciones de "culturas" y "civilizaciones". Por eso podemos decir en la entrada anterior y en otras entradas de esta bitácora, que los extranjeros han soportado la parte más ingrata de nuestro modelo de acumulación de capital en tiempos de bonanza económica y que el saldo de la movilización de la fuerza de trabajo ha sido, en general, favorable para los autóctonos (a costa de los alóctonos).

Sin embargo, una vez generadas estas categorías o etiquetas que clasifican a la gente en grupos imaginarios, éstas cobran vida propia como representaciones culturales que tienden a reproducir y perpetuar un determinado estado de las cosas y, generalmente, las relaciones desiguales de poder. En nuestro universo de significados, estas categorías se sacralizan y se cosifican, sustituyendo a la realidad misma. El "alma" que anima la vida de estas etiquetas está formada por una serie de experiencias emocionales -de mayor o menor intensidad-, que les otorgan relevancia. Se sabe que las emociones desempeñan una función muy importante en la memoria y en la construcción de las categorías cognitivas con las cuales contemplamos el mundo. Esta experiencia emocional se consigue a través de expresiones compartidas de desprecio, burlas más profundas o más superficiales o, en una versión más "políticamente correcta", en el planteamiento idealizado de conflictos "de culturas" o de "civilizaciones" o en el continuo sesgo "culturalista" en materia de "integración". En realidad y de manera subsconsciente, se trata de un proceso de afirmación de identidad colectiva (generalmente en términos positivos por comparación) y, por tanto de construcción de una identidad colectiva ajena, contemplada generalmente en términos peyorativos. Las distorsiones que se pueden observar en el clásico debate de la prohibición del pañuelito en la cabeza por las calles -de este tema también tenemos que ocuparnos con más detalle- son un ejemplo de cómo el verdadero fondo del asunto no es la afirmación de la dignidad femenina sino la afirmación de la superioridad "cultural" (y a través de esta mitología la superioridad del grupo que ejerce el dominio). De este modo se subraya la existencia de un "nosotros" y la de un "ellos" que no está incluido en el tal nosotros y que, por tanto, puede ser excluido de la solidaridad, ya que no forma parte de un mismo solidum.

Una vez convertidas en cosas, estas categorías de exclusión generan efectos disfuncionales para los miembros del grupo étnico dominante que no pertenecen a los estamentos privilegiados de la sociedad. Porque, como he intentado explicar anteriormente, las categorías de exclusión pueden ocultar las relaciones reales de interdependencia e impedir la configuración de intereses comunes. Esto es muy claro en el caso de los trabajadores asalariados; el discurso de que los "extranjeros", "nos quitan nuestros puestos de trabajo" o "hacen que disminuyan nuestros salarios", incluso aunque no culpabilice explícitamente a los inmigrantes, sino a los capitalistas malos con puro y chistera, termina participando en el proceso de fragmentación de la clase trabajadora y en su consiguiente impotencia. Tiene un cierto sentido plantearse cuál es el efecto de la movilización de la fuerza de trabajo, pero el caso es que el discurso termina afectando a los extranjeros que ya están aquí y que participan de hecho en nuestra sociedad, componiendo la clase trabajadora nacional (y, en el fondo afecta incluso a aquellos que tienen nacionalidad española pero que aún son percibidos como foráneos). En este caso, las categorías de la exclusión sirven para anular el poder colectivo de los trabajadores.

Pero esto no sucede sólo en el mundo laboral. Las categorías de exclusión ocultan también los intereses comunes de autóctonos y alóctonos como usuarios de servicios públicos, ciudadanos, e incluso consumidores, dificultando el control del poder. Los déficits en sanidad o educación, por ejemplo, se atribuyen apresuradamente a un exceso de población derivado de la molesta presencia de inmigrantes, que se perciben como "sobrantes". Como si los migrantes no tuvieran suficiente dignidad como para ser igualmente merecedores de estos servicios públicos (es algo equivalente a decir la burrada de que la sanidad no funciona porque hay demasiadas mujeres) o como si los migrantes no formaran realmente parte de la sociedad. Su calificación como "inmigrantes" los envía imaginariamente a una posición "externa", escondiendo el hecho de que realmente forman parte de nuestra sociedad y están envueltos en relaciones de interdependencia con nosotros. Los "inmigrantes" trabajan y consumen, (compran bienes y servicios en el mercado con las rentas de su trabajo), generan con ambas actividades beneficios para el capital y por tanto beneficios para el Estado, pagan además sus propios impuestos y cotizaciones; permiten la subsistencia de determinados sectores, el mantenimiento de determinados precios y la integración de mujeres autóctonas en el mercado de trabajo sustituyéndolas en tareas de cuidado; su malestar puede ser nuestro malestar, su falta de integración real afecta a nuestras vidas. Viven con nosotros, trabajan con nosotros, sufren con nosotros. Y sin embargo, son percibidos como eternos "otros" que sólo tendrían derecho a comer del pastel cuando los autóctonos se hayan saciado (aunque hablemos de servicios,sociales que, por su propia naturaleza, siempre son insuficientes). Gente que, de pronto resulta que "sobra", sobre todo en contexto de crisis.

Este efecto es en gran medida emocional y se relaciona con los vínculos que conectan las categorías de exclusión con nuestras emociones. Por eso, el efecto puede producirse incluso aunque sostengamos formalmente el derecho de los extranjeros a acceder en condiciones de igualdad a estos servicios (lo que, obviamente, no mantiene todo el mundo). Afirmamos este derecho pero, paradójicamente, podemos permitirnos el lujo de decir que "sobran" o que "colapsan la seguridad social" o que "sobrecargan el sistema educativo". Podemos afirmar la igualdad, pero, cuando nos encontramos con un trato igualitario real, lo percibiremos como un "privilegio" de los extranjeros que aparentemente los pone por encima del grupo étnico dominante (este sesgo cognitivo de la "mayoría discriminada" es muy muy típico y seguramente merece una entrada aparte). No necesariamente se trata de un discurso coherente y explícito, sino que basta con una sensación informe y ambigua que convive con discursos más igualitarios.

De esta manera, los poderes públicos pueden canalizar hacia los inmigrantes sus responsabilidades en el mantenimiento de los servicios públicos para la ciudadanía social. El desmantelamiento del Estado del Bienestar puede sostenerse sobre el discurso de los inmigrantes que sobran. A título de ejemplo pueden servir las declaraciones de Arias Cañete del año pasado "Tenemos unas tensiones en el sistema de sanidad de las comunidades autónomas espectaculares, con las urgencias colapsadas porque los inmigrantes han descubierto la grandeza del sistema nacional de salud. Claro, alguien que para hacerse una mamografía en Ecuador tiene que pagar el salario de nueve meses llega aquí, a urgencias, y se la hacen en un cuarto de hora". Habría que preguntarse si, por ejemplo, los problemas de la sanidad en la comunidad de Madrid se deben a esos excesos de los migrantes que han descubierto nuestra grandeza y al parecer, la parasitan. En realidad, los inmigrantes utilizan los servicios sanitarios con menos frecuencia que los españoles, seguramente porque se trata de una población más joven y también porque tienen un menor conocimiento de las instituciones. Sin embargo, emocionalmente, su presencia resulta más llamativa y más molesta; especialmente si están antes que uno en la cola de urgencias. Ciertamente, la población de mayor edad hace un mayor uso de los servicios sanitarios, pero eso no implica que tengan un menor derecho que los jóvenes a la atención médica; decir eso sería percibido como una burrada, pero es que los mayores sí que votan y por tanto no son sólo objetos del discurso, sino también interlocutores.

Ser conscientes de este efecto es condición necesaria para sobreponernos a él y descubrir cómo el solidum trasciende las categorías con las que hemos construido solidaridad excluyente.

7 comentarios:

Paco Piniella dijo...

Muy interesante y conflictiva la entrada que has hecho en el blog y que sigue un poco la línea de otros posts.
Enhorabuena

Antonio Álvarez del Cuvillo dijo...

Gracias, Paco. Saber que hay alguien que lee el blog me quita un poco de la mucha pereza que me da escribir ;-)

Anónimo dijo...

Antonio , yo también te leo ;)
Anónimo ;)

Anónimo dijo...

Mi percepción del asunto, no es que sobren, (que también), sino que lo que está bien es que estén aquí si pueden ser explotados laboralmente...si van a tener iguales condiciones de trabajo que los autóctonos entonces nos roban el trabajo...

LA situación de una empleada de hogar que trabaja 16 horas y no tiene vacaciones es percibida por su empleador como una situación muy ventajosa para ella...peor estaba en su país...y a lo mejor es así...¿o no? En esas condiciones está bien que esté aquí...son las que cuidan de nuestros abuelitos y hacen una gran labor..pero que no pidan equiparación de derechos.

La cuestión en la que deberíamos centrarnos es qué fórmulas hay para que nuestras economías no necesiten este abuso cercano a la esclavitud. ¿Cómo hacer viable nuestro sistema productivo sin necesidad de explotar a nadie?

Y por supuesto, seguir luchando por los derechos y la igualdad de todos. Pero no basta con palabras, habrá que dar soluciones reales a los problemas de la calle..A lo mejor las cosas son viables, y lo que existe es un ansia de enriquecimiento desmedido en el primer mundo...Pero vamos a analizar la situación para ver el por qué de tanto abuso

Antonio Álvarez del Cuvillo dijo...

Información extraida del boletín de la Càtedra D'Immigració, Drets i Ciutadania de la Universidad de Gerona.

"Respuesta del Gobierno español sobre el coste derivado de prestaciones de sanidad y educación a los extranjeros no comunitarios residentes en España entre 2003 y 2008.


18/11/2009



A día 17 de noviembre se ha publicado en el Boletín del Senado la contestación dada a la pregunta formulada por el Sr. Eugenio Jesús Gonzálvez García (GPP) relativa al coste generado de las prestaciones de sanidad y educación dada a los extranjeros no comunitarios residentes en España entre los años 2003 y 2008.


El Gobierno manifiesta que en materia sanitaria las competencias están transferidas a todas las Comunidades Autónomas desde el 1 de enero de 2002 disponiendo que debería dirigirse a dichas comunidades para, en su caso, se le faciliten. Añade, que los únicos territorios los servicios sanitarios de los cuales son responsabilidad de la Administración General del Estado son Ceuta y Melilla a través del Instituto Nacional de Gestión Sanitaria (INGS). No obstante, el Gobierno manifiesta que tampoco es posible, en el ámbito de actuación del mismo, determinar el coste solicitado por el Sr. Gonzálvez, ya que los extranjeros no comunitarios residentes en España sobre los que se pide dicha información tienen derecho a la asistencia sanitaria en base a su contrato de trabajo (una vez obtenido el permiso de trabajo y residencia) y la expedición de la tarjeta sanitaria individual no identifica a sus titulares en función de si son extranjeros comunitarios o no comunitarios, lo que impide la cuantificación del coste solicitado.


Cuando se trate de extranjeros residentes por reagrupación familiar, desde el punto de vista sanitario, estos serían beneficiarios de los titulares con quien convivan y haya solicitado la reagrupación. Esto supone que se convierten en extranjeros comunitarios con derecho a asistencia, lo que implica que no pueden ser considerados en el cálculo del coste solicitado, pues la misma se refería a los extranjeros no comunitarios.


Por último, en relación a la prestación de la educación hay que decir que el Gobierno no elabora estadísticas del coste educativo según las nacionalidades de los estudiantes, pues cualquier ciudadano residente en el país tendrá derecho a la educación.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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