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viernes, septiembre 17, 2010

ACONTECIMIENTOS: LA DANZA DE LA GUERRA DEL 29 DE SEPTIEMBRE


























1. Más allá de las encuestas interesantes o interesadas, si hacemos un poquito de "sociología de bar" podemos constatar que la gente de a pie está poco contenta con la reforma laboral y con los recortes sociales que los veletas que tenemos por gobernantes están planteando aprovechando el nuevo (des)equilibrio de fuerzas para deteriorar la posición de los trabajadores. Creo que la mayoría de la gente capta que "esto es así" y no se traga los argumentos -las excusas- del Gobierno de la nación, porque es a todas luces evidente que antes decía digo y ahora dice dingo (guau!).

2. Sin embargo, también es cierto que muchas de estas personas "vagamente cabreadas" por las políticas laborales y sociales del Gobierno no están de ningún modo dispuestas a participar en la huelga general convocada para el día 29 de septiembre. ¿Qué sucede?

3. Algunas de las razones que se aducen para no hacer la huelga son "las de toda la vida", las que están presentes en cualquier huelga: algunos no están lo suficientemente cabreados como para perder el salario correspondiente, la pela es la pela; otros tienen miedo a perder el puesto de trabajo o a sufrir otro tipo de represalias empresariales. Sobre estas razones hay poco que discutir. Cada uno tiene que mirar los pros y los contras de participar en la jornada reivindicativa y decidir libremente haciendo la ponderación oportuna.

4. Sin embargo, a estas razones se añaden otras que son más propias de nuestra situación específica; pueden estar presentes en otras huelgas, pero en este caso lo están con especial virulencia. Esas son las razones que más me interesa discutir en este momento.

5. La verdad es que es muy palpable en la calle la deslegitimación que hoy en día sufren los sindicatos en la representación de los intereses de la clase trabajadora. Así pues, muchos trabajadores no quieren hacer la huelga por no hacerle "un favor" a los sindicatos, instituciones con las que no se identifican y por las que no se sienten respaldados en lo más mínimo. La deslegitimación de los sindicatos se debe a causas muy diversas y complejas; es un tema muy importante, que intentaré tratar en este blog más adelante desde una perspectiva más analítica que moral.

Ciertamente, es conveniente que los sindicatos hagan también una reflexión profunda sobre este problema para poder replantearse sus estrategias en el futuro, porque creo que estamos tocando fondo en el modelo de representación que se hizo a partir de la transición. Para los sindicatos es demasiado fácil echar balones fuera y limitarse a constatar que se ha montado una campaña contra ellos. Yo creo que es cierto que se ha montado, pero también es cierto que esta campaña es capaz de calar en la ciudadanía porque verdaderamente hay problemas de representatividad real (y de implicación de los trabajadores, por otro lado). Ahora bien, todo esto no tiene nada que ver, a mi juicio, con la decisión de hacer o no hacer huelga.

6. Es cierto que la huelga la convocan los sindicatos, como no podía ser menos, pues son éstos los sujetos legalmente legitimados para ello. También es cierto que los sindicatos se juegan mucho en este conflicto como organizaciones. Un éxito relativo puede mantenerlos en pie; un fracaso estrepitoso podría incidir aún más en el deterioro de su imagen pública. Pero, al margen de todo esto, las huelgas no se hacen en interés de los sindicatos, sino en interés de los trabajadores. Los sindicatos nos pueden gustar mucho, poco o regular, pero la verdad es que ahora mismo constituyen el único instrumento con el que cuenta la clase trabajadora para defender sus intereses personales y colectivos en un momento en el que hay bastantes cosas en juego.

Da igual que te caiga simpático o antipático el delegado de clase. Si crees que sus reivindicaciones son justas y que te benefician a ti y a tus compañeros, debes apoyarlas. No estás haciendo un favor al delegado de la clase. Te estás haciendo un favor a ti mismo y a tus compañeros. Si estás conforme con los objetivos de la huelga, no tiene mucho sentido rechazarla porque sientes antipatía hacia los convocantes. Estás tirando piedras contra tu propio tejado. En todo caso, no apoyarás al delegado cuando creas que sus reivindicaciones no son justas.

7. Aquí aparece entonces un segundo tipo de argumentos. Puede ser que te gusten las reivindicaciones del delegado, pero que no apruebes los medios que utiliza para defenderlas. Yo creo que ahora mismo el problema no es que a los trabajadores españoles les parezca mal la huelga como medio reivindicativo en general, sino que mucha gente cree que su ejercicio va a ser completamente inútil. Y nadie quiere perder el salario o quedar mal con el empresario si piensa que no va a "conseguir" nada.

Es cierto que las políticas del Gobierno se nos están presentando como hechos consumados frente a los que siempre reaccionamos demasiado tarde. La reforma laboral que discutimos ya ha sido aprobada por los supuestos representantes del Pueblo. ¿Ahora qué? ¿Se van a echar atrás aunque el éxito de la convocatoria fuera apabullante? ¿es posible ese éxito apabullante? ¿Estamos sólo ante una rabieta sindical poco estratégica?

8. Vaya por delante que yo pienso que, lamentablemente, la huelga general es un arma poco potente para ganar la batalla, porque las fuerzas están bastante desequilibradas por diversos motivos. Sin embargo, también creo que en este preciso momento, es la única herramienta que tenemos. Después del 29 de septiembre ya veremos qué nos fabricamos. Imagínate que entra un asesino en tu casa armado con una pistola y tú sólo tienes a mano para defenderte el bastón del abuelo. ¿Vas a soltar el bastón porque te gustaría contar con armas automáticas? El caso es que el tipo ha entrado en tu casa y que lo único que tienes es un bastón. Salvo que quieras, eso sí, rendirte al asesino a ver si puedes salvar el pellejo.

Esa parábola nos lleva a la cuestión de la dignidad. Hace poco leía por ahí en los mundos de Internet que dentro de una batalla puede haber otras batallas contra otros adversarios y ese pensamiento me parece muy lúcido y sugerente. Imagínate que estás en el cole y un abusón más fuerte que tú te da morcilla todos los días. ¿Nunca vas a plantarle cara? ¿Hasta cuándo vas a aguantar? Si aguantas siempre, si te rindes siempre ¿qué imagen te vas haciendo de ti mismo? ¿cómo te vas transformando poco a poco en el trato con los demás? ¿en qué demonios te conviertes? Si le plantas cara, lo más normal es que el abusón te pegue una buena tunda. Pero puede que merezca la pena haber ganado una batalla contra ti mismo, sentir que no eres un objeto, un saco de boxeo, sino un sujeto con carne y ojos; un sujeto debilucho, pero al fin y al cabo, alguien que está vivo y que se mueve. Aparte de esto, también puede ser que el burro toque la flauta por casualidad y el matón se lleve un golpe en un mal sitio que termine con la pelea y el abuso. O que, aunque te lleves la tunda, el abusón te tenga un poquito más de respeto y se lo piense un poco más que si te limitas a ser un objeto informe. No sé. Dependerá de cada caso.

9. Uno de mis mantras preferidos es la frase del dramaturgo y político Vaclav Havel: "La esperanza no es lo mismo que el optimismo; no es la certeza de que algo va a salir bien, sino la convicción de que algo tiene sentido, con independencia del resultado final". Pues bien, yo creo que en este caso participar en la huelga tiene sentido, con independencia de que termine siendo un éxito, un fracaso o una cosa intermedia. Porque a nivel personal (individuo-en-colectivo) esta huelga puede ayudarnos a vencer en la batalla que libramos contra nuestra apatía, nuestro conformismo, nuestra inconsciencia y nuestra (con perdón) pusilanimidad. Una batalla dentro de una batalla.

Porque la verdad, creo que por debajo de las razones anteriores para no hacer huelga (la pérdida de salario, el miedo al empresario, la desconfianza respecto a los sindicatos, el pesimismo respecto a los resultados) aletea también una razón más profunda, que alimenta y acrecienta la fuerza de todas las anteriores. Mayormente, que estamos dormidos. Sedados. Drogados. Ciegos, mudos y sordos. Incapaces de reaccionar. Cualquier razón es buena, por tanto, para que dejemos que todo siga como está.

Nos hemos centrado tanto en nosotros mismos (o en nuestras propias familias), en nuestros intereses más inmediatos e individuales, en los mundos de Yupi del consumo sin sentido o del estrés permanente, que nos hemos convertido en lo que los antiguos griegos llamaban idiotas. Aquellos que se desentienden de los asuntos públicos porque viven encerrados en el pequeño mundo de sus intereses particulares, creyendo erróneamente que ese mundo está aislado de todo lo demás. No queremos enterarnos de lo que pasa. No queremos implicarnos en lo que pasa. Sólo queremos que nos dejen en paz. La culpa de todo la tienen los políticos, los banqueros, los empresarios, los sindicalistas. Nos quejamos amargamente de todos ellos, pero no hacemos absolutamente nada. Que nos dejen en paz. La paz de los cementerios. Ignoramos entonces que somos solidum, que no vivimos aislados, que la vida pública nos afecta, de un modo u otro. Que estámos vendiendo nuestra alma a la nada.

10. Para transformarnos en otra cosa, necesitamos un poco de magia. Desde los tiempos de Maricastaña, la gente ha tomado conciencia de sus transformaciones vitales y sociales a través de ritos de paso. Acciones colectivas en las que uno toma conciencia de que el mundo cambia y que nosotros cambiamos con él. Así sucede con "la danza de la guerra", que transforma a los hombres -acaso pacíficos granjeros- en guerreros imbuidos de la fuerza de sus antepasados, del poder del colectivo.

Aquí hay una dimensión personal, individual, casi mística. Hacer huelga para obligarnos a tomar conciencia de lo que está pasando y para obligarnos a reaccionar. Como si se nos hubiera dormido una mano: tenemos que agitarla para que despierte; no por ello la estamos utilizando, pero la estamos por fin poniendo a funcionar. No obstante, en este caso no basta con un rito personal o privado. Porque la conciencia de la que estamos hablando es una forma de conciencia colectiva que nos obliga a salir de nosotros mismos para descubrir que formamos parte de una totalidad, de un solidum. "Solidaridad" es eso. No es una heroicidad ni un acto de santidad, sino simplemente un inteligente acto de comprensión, un "darse cuenta" de cómo dependemos unos de otros, de como formamos parte de la misma cosa, rompiendo así las barreras de la idiocia.

11. Yo creo que esta huelga (y las manifestaciones que se hagan) puede y debe ser como una danza de la guerra. Una fiesta colectiva en la que celebremos el despertar de nuestra conciencia como guerreros de la tribu, personas preocupadas por el mundo que nos rodea y que nos afecta. Es un comienzo, sólo un comienzo para tomar fuerzas, para rugir, para convertirnos otra vez en grupo, para implicarnos en lo que nos pasa, para dejar de ser idiotas, para descubrirnos unos a otros, para no dejar que los abusones nos peguen pisotones. Porque seguramente van a venir más batallas y para la próxima no queremos que nos vuelvan a coger dormidos.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy, muy de acuerdo.


FdO: Cas.

Bic Cristal dijo...

Genial artículo. Voy a difundirlo un poco en mi curro, a ver si se espabila alguien...

P & L

Anónimo dijo...

Bonitas palabras. Totalmente de acuerdo.

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con todas y cada unas de las palabras que plasmas en este artículo. El conformismo es y la apatía es una grave enfermedad que sufre este país.

Anónimo dijo...

Son confusos los mensajes de los sindicatos convocantes. No sabemos si es una huelga contra el Gobierno, o contra su política económica, o contra la reforma laboral o contra la oposición o contra los empresarios… y se olvidan de los principales problemas que afectan a nuestro país, como el del paro y la deuda pública.

Anónimo dijo...

Yo creo que primero los sindicatos deberían hacer muchos muchos deberes, llevarse la tarea a casa, pasar apuntes, estudiar, ir a clases, y luego, después de ese trabajo, buscar el éxito del exámen de la huelga.
No obstante, es muy lúcido tu artículo, estoy de acuerdo.

Anónimo dijo...

Me pardece unas reflexiones correctas. Pero la cuestión o reflexiones de fondo de los que no vamos a secundar la huelga es la siguiente: 1º.- Los sindicatos convocantes han estado haciendo oidos sordos durante los últimos años hacia la nefasta política de empleo que ha estado desarrollando el actual Gobierno. 2º.- La poca capacidad negociadora de los sindicatos con sus contínuos descuelgue ha provocado una reforma laboral por decreto, justo lo que querían la Patronal y Gobierno. 3º.- La reforma laboral no va a dar marcha atrás, ya está publicada, por lo que el resultado de la misma es seguir machacando económicamente a las familias obreras. La lectura que se hace a las últimas encuestas es bastante clarividente (78% en contra de la reforma laboral y 56% en contra de la huelga). ¿confuso verdad?. Está claro que la familia obrera desea con esta huelga un fracaso rotundo de los sindicatos mayoritarios. Estamos pidiendo a gritos un cambio de generación y sentido al sistema sindical actual. No podemos consentir de estos sindicatos la callada de boca y la permisibilidad ante la mayor precaridad laboral desde la Transición.

Antonio Álvarez del Cuvillo dijo...

Gracias a todos por vuestros comentarios. Anónimo (4), si las reflexiones son correctas, ¿entonces por qué no me haces caso? ;-)

Yo creo que los sindicatos españoles tienen en la actualidad graves problemas para desarrollar adecuadamente sus funciones y que es preciso que afronten eso. Pero no lo veo desde un punto de vista moral. Tenemos la tendencia a mirarlo todo desde un punto de vista moral. Los "sindicatos españoles" no son un sujeto moral, porque no son personas. Sujetos morales son Fulanito y Menganito, que forman parte de ellos (y Zutanito y Xopoquito que podrían formar parte, pero no quieren). Pero ese es otro nivel de análisis. Cuando hablamos de los problemas de los "sindicatos españoles" tenemos que hablar en términos estructurales, explicativos, científicos, para detectar los problemas. Como dijo Marx, "No es la conciencia de las personas lo que determina su existencia, sino su existencia social lo que determina su conciencia".

Por otra parte, aunque pueden y deben plantearse críticas a los sindicatos, no estoy muy de acuerdo con las críticas concretas que planteas. Respecto a (1), más que reaccionar a políticas nefastas de empleo (no sé muy bien cuáles), lo que "tendrían que haber hecho" es plantear alternativas y exigirlas; pero cuando tu posición real es de debilidad, es más fácil defenderse de un ataque (y los ataques han empezado en mayo) que atacar tú mismo. Respecto a (2), en este caso la negociación no ha fracasado por la escasa capacidad negociadora de los sindicatos, sino porque la patronal sabía que en caso de desacuerdo el Gobierno iba a intervenir y calculaba que iba a ganar más así que con el acuerdo (ya no había dinero que repartir, como en otras ediciones), así que ha sido la patronal la que no ha negociado (actuando en este caso diligentemente para defender los intereses de los empresarios).

Respecto a (3), hipotéticamente el parlamento podría volver a cambiar la ley si ve que la respuesta es demoledora. Claro que, aunque técnicamente es posible, estoy convencido de que no hay vuelta atrás. Pero es que lo que importa no es el presente sino las REFORMAS FUTURAS. Si la clase obrera sigue permaneciendo impotente ante todo lo que se le hace, se seguirá "reformando" a diestro y siniestro (sobre todo a diestro). Creo que por lo menos hay que pegar un aviso de que hay un coste.

Por último, aunque los sindicatos tengan problemas, no creo que la solución sea hundirlo todo y empezar otra vez de cero. Eso es inviable. Lo que hay es que ir transformando lo que ya existe. Una derrota en la huelga es una derrota de los sindicatos, sí, pero también implica un debilitamiento de toda la clase obrera y de sus únicos, precarios instrumentos de autodefensa. No creo que vaya a ganarse nada con eso.

En todo caso, gracias por discutir.

Juan Carlos Cornejo dijo...

Muy acertada tu publicación Antonio. Muchas veces los jovenes, y me incluyo, no nos damos cuenta de los derechos adquiridos a lo largo de los años y la paz social nos lleva a la apatía de no valorarlos como es debido.

Juan Carlos Cornejo dijo...

Muy de acuerdo con tu publicación Antonio. Muchas veces los jovenes, y me incluyo, no nos damos cuenta de los derechos adquiridos a lo largo de los años a través de una lucha continua. De vez en cuando hace falta alguien que nos recuerde lo que tenemos y que nos de un toque de atención para no perderlo a medio/largo plazo.