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viernes, febrero 20, 2009

LOS CHINOS EN ESPAÑA: JUNTOS, PERO NO REVUELTOS

Nos imaginamos a nosotros mismos situados en una especie de "cortijo cultural" que llamamos "cultura occidental", en donde Oriente es todo lo que se queda fuera de la finca en un momento dado. En este juego de contrastes, el Extremo Oriente fue siempre aquello que estaba demasiado lejos, cuyo misterio nos maravillaba y nos asustaba. A nuestros antepasados no dejaba de sorprenderles cómo era posible que hubiera podido construirse una civilización tan elaborada y compleja como la china sin la inestimable "ayuda" europea. En su imaginario se mezclaban de manera paradójica la admiración y el desprecio.

Este es el material cultural previo con el que trabajamos, el que recogemos y reciclamos en función de las situaciones nuevas. Pero, como hemos señalado anteriormente, nuestra manera de mirar a los distintos grupos depende de manera más inmediata de sus modos de incorporación a la sociedad española, esto es, de cuál es su participación especializada en los ciclos producción, la reproducción y el consumo de bienes materiales o simbólicos, dentro o fuera de los mercados en los que se basa nuestra subsistencia. No es lo mismo la emigración de los "coolies" a los Estados Unidos durante el siglo XIX en condiciones de práctica servidumbre para construir líneas de ferrocarril que la migración actual de los chinos a España. Estas diferencias en el modo de incorporación son cruciales en la creación y recreación del "grupo étnico" de los "chinos" en cada contexto. En definitiva, este grupo étnico es una categoría que reside en la imaginación compartida y que es la herramienta simbólica sobre la que se construye esta división del trabajo social.

Las cifras son claras: hablar de inmigrantes asiáticos en España es, a grandes rasgos, hablar de personas de nacionalidad china. Pero es menos conocido que estos migrantes provienen en su mayoría de un lugar muy localizado: un par de distritos de la provincia de Zheijang, una zona que por lo visto ha experimentado un rápido crecimiento basado en la "cultura emprendedora" y las pequeñas empresas. Los chinos vienen a España generalmente para ser empresarios. Eso no quiere decir que todos se instalen en nuestro país como empresarios, aunque algunos lo hacen, ni que todos los consigan finalmente, aunque las tasas de actividad por cuenta propia de los nacionales chinos son relativamente altas en nuestro país. Sus proyectos migratorios se organizan en torno a redes sociales, económicas y familiares. Lo normal es que, en el seno de estas redes, el migrante de origen chino acuda a trabajar en un negocio propiedad de un empresario chino que ha seguido una trayectoria similar. Los empresarios acogen a los nuevos trabajadores en un entorno generalmente caracterizado por el paternalismo, la ideología familiar y una cierta jerarquía social; los salarios son muy bajos y los horarios probablemente muy prolongados, aunque parece que la prolongación casi indefinida de los horarios de apertura de sus establecimientos deriva en gran medida de los sistemas de turnos que establecen. Las tasas de ahorro son extraordinariamente altas; esto quiere decir que consumen muy poco; además, en las grandes ciudades, parte de su consumo se orienta a negocios concebidos por chinos y para chinos en el marco de estas redes sociales; por otra parte, seguramente algunos bienes o servicios se obtienen a través de relaciones de reciprocidad en el marco de las redes que producen la integración social efectiva de estas personas. Así, a pesar de que los salarios son bajos, muchos de ellos consiguen ahorrar lo suficiente para montar su propio negocio, normalmente bajo la protección de su patrón anterior, aprovechando los contactos transnacionales que proporciona, una vez más, la participación en estas redes sociales; el capital para crear las empresas proviene del ahorro derivado de los años de mucho trabajo y poco consumo, pero también de los préstamos obtenidos en el seno de estas redes amplias. Los costes laborales pueden ser inicialmente bajos a través de la utilización del trabajo familiar; posteriormente, si el negocio es exitoso, podrá acoger a nuevos migrantes.

Todo este proceso configura una situación muy particular en la que la interdependencia y la subordinación entre grupos étnicos, así como la exclusión del grupo subordinado siguen existiendo, pero de modo muy matizado y atenuado. Llama la atención que, al contrario que en la mayor parte de los procesos de migración económica, el desplazamiento de trabajadores no deriva directamente de las pautas estructurales de movilización de la fuerza de trabajo por parte del capital español. Como ya se ha señalado, son estas redes transnacionales (amistosas, familiares o luctrativas), que operan conforme a pautas propias, las que organizan las migraciones.

De ahí deriva un efecto enormemente significativo: se ha estimado, con datos de 2007 (MARTÍN URRIZA, 2008), que el 95'1% de los inmigrantes asiáticos se habían incorporado legalmente al mercado de trabajo español, mientras que la media general para el conjunto de los extranjeros sería del 32'4% (24'2 América, 35'2% Europa no comunitaria, 55'2% África). Como regla general, el modo real de incorporacion de los migrantes al mercado de trabajo español es la economía sumergida en situación irregular y ello se debe a factores estructurales, pero esto no sucede con los migrantes de origen chino, que son casi los únicos que pueden acogerse verdaderamente al inefectivo Régimen General.

La interdependencia se ve limitada o matizada tanto desde la perspectiva de la producción como desde el punto de vista del consumo. En cuanto a la producción, los chinos se han centrado en determinados nichos, normalmente de baja productividad, donde la competencia con los empresarios españoles ha sido muy escasa o nula y donde han podido sacar partido de su supuesta "diferencia cultural" (como en el caso de la invención de la "comida china") y del capital social derivado de la participación en las redes transnacionales, que ponen en contacto a chinos de distintos países: primero, la venta ambulante, luego los restaurantes chinos, más tarde determinadas formas de comercio al por menor, empresas textiles y establecimientos coétnicos; de todo tipo; así pues, el espacio productivo de este grupo étnico está bastante delimitado, aunque es creciente y es relativamente marginal en lo que refiere a las posibilidades de acumulación de capital. Desde el punto de vista del consumo, las pautas de trabajo y de ahorro extremo enfocadas al futuro autoempleo, así como la proliferación de establecimientos coétnicos (para chinos) hacen que estén poco presentes y poco mezclados en la vida social general; he oído a algún español escamarse porque, bueno, a los latinoamericanos se los puede encontrar uno en las discotecas o en los bares pero ¿dónde están los chinos? Pues ahorrando para montar el negocio. En todo caso, la interdependencia existe, pero está muy condicionada por la construcción de un espacio social muy delimitado; al fin y al cabo vamos "a comer al chino" o a "comprar al chino" y ahí empieza y acaba generalmente nuestra relación con esta población: el "chino" es esa persona con la que contactamos para conseguir determinados productos a bajo precio y prácticamente, nadie más. Si la interdependencia entre los grupos existe , pero está muy difuminada, la interdependencia dentro del grupo es máxima: las redes étnicas son importantísimas para todos los aspectos del proyecto migratorio y vital del migrante chino. Esto contribuye a construir un grupo imaginario muy bien delimitado y diferenciado de la mayoría étnica, con funciones muy determinadas, en cierto modo "aislado" del resto de la producción del trabajo social.

Esta situación produce y mantiene la imagen social de que los chinos viven en una especie de "mundo aparte", esto es, en un estado de aislamiento. La tendencia es, por supuesto, a interpretar todo esto de manera culturalista, moralista e individualista "los chinos son muy raros y no quieren estar con nadie", sin preguntarnos cuál es el papel que la estructura social reserva a este grupo en los ciclos de la producción, reproducción y consumo. La subordinación de los chinos a la mayoría étnica se ve también limitada por esta posición de relativo aislamiento y de énfasis en el autoempleo, que les permite seguir estrategias propias al margen de los requerimientos de acumulación de capital del empresariado español. Para descubrir la subordinación interétnica (y la interdependencia) hay que contemplar de manera más amplia la división del trabajo entre las empresas, pero a primera vista es más fácil de ver las relaciones de poder en el seno de las propias redes chinas. En cuanto a la exclusión se ve también limitada por la relativa ausencia de irregularidad, las relaciones de reciprocidad de las redes y su independencia económica; existe, como efecto social de su posición de aislamiento relativo. Dicho de otro modo, los autóctonos "desconfían" de los chinos, pero están siempre mucho más preocupados por los inmigrantes de otros orígenes nacionales, que presentan un grado más palpable y sangrante de exclusión y (por tanto), mayores peligros de desviación social. Los chinos no se perciben como una amenaza para el orden social, porque tienen una posición separada, pero muy bien determinada.

Como regla general, la xenofobia contra los chinos presenta, así, un aspecto menos agresivo, que otras; es una especie de lejano desprecio a esas extrañas y lejanas personas que nos suministran productos de no demasiada calidad a precio muy barato. Puede haber estallidos determinados de conflicto en algunos espacios donde existe una cierta competencia con los "auctóctonos" (por ejemplo, producciones textiles a bajo precio), pero en general uno y otro grupo imaginarios no se conciben como competidores por el mismo espacio económico. Es verdad que durante la bonanza económica, los chinos no se han "beneficiado" demasiado del discurso utilitarista ("necesitamos" inmigrantes), pero, al mismo tiempo, cuando llega la crisis, si consiguen mantener mínimamente sus posiciones -y parece que tienen sus propias estructuras para afrontar el temporal-, parece que no sufren la peor parte del inhumano proceso de liquidación de la fuerza de trabajo sobrante.

Los "problemas" surgirán porque esta división del trabajo no es eterna y porque, en nuestras sociedades postmodernas ultradiferenciadas, la división nunca es exacta ni homogénea. Ya empiezan a apreciarse "chinos" trabajando en otros sectores como asalariados y la crisis económica puede acentuar esto. Por otra parte, la población de origen chino se va asentando y va creciendo, los niños se socializan en la escuela, el instituto y la universidad españoles, compartiendo espacio social con otros grupos étnicos; los medios de comunicación de masas, la profundización de los contactos transforman, modifican los valores culturales traídos de Zheijang que actualmente reproducen su modo de incorporación. Aunque indudablemente hay un peso de la trayectoria, puede que los sueños de los chinos de segunda y tercera generación no sean los mismos que los de sus padres. Y entonces pueden encontrarse de cabeza con la discriminación. Porque la ideología, las polarizaciones, las imágenes sociales y los estereotipos segregados en un contexto de separación práctica, una vez generados, van a mantenerse en gran medida aunque cambie la situación que los creó.

Para saber más:

Joaquín Beltrán "El empresariado como modo de vida. El caso de los inmigrantes chinos", en AAVV, El empresariado étnico en España, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. pp. 231-

Daniel Albarracín, Inmigración, relación salarial y hostelería, FECOHT-CCOO, pp. 56 y 57.

domingo, febrero 15, 2009

REGRESAMOS...




Me demandan desde Parapanda, con toda la razón del mundo, los porqués del reciente silencio de este blog. La verdad es que en estos meses se me han juntado muchas cosas y me ha sido difícil encontrar un momento de tranquilidad para escribir aquí y que luego cada vez cuesta más ponerse a ello. Una de las cosas que me han retenido y que han absorbido desde diciembre mis reflexiones sobre la inmigración ha sido el comienzo de la enésima reforma de la Ley de Extranjería, emprendida por el Gobierno con mucha prisa y poco detenimiento. Las organizaciones que participaban en el Foro de Integración Social de los Inmigrantes tuvieron que moverse a toda velocidad para poder analizar el Proyecto y yo estuve echando una manita en todo ese trabajo, así que ya iré contando algunas cosas.

También me habían pedido que escribiera, ahora de manera más personal y menos colectiva, mis impresiones sobre esta reforma desde la perspectiva laboral, lo que también ha tenido que salir en tiempo record. Un momento para la autopublicidad descarada: el artículo en cuestión se llama "La regulación de las migraciones laborales en tiempos de crisis" y sale en el número 2 de "El Cronista del Estado Social y Democrático de Derecho". Aunque mis opiniones ya están ahí escritas en gran parte, desde luego, vamos a ocuparnos por aquí desde otras perspectivas de este proceso de reforma, tanto en su forma como en su contenido.

No me olvido tampoco de la temática ya iniciada de los "grupos étnicos" desde el punto de vista de la división del trabajo social en las sociedades modernas. Ya había empezado a redactar un texto sobre los chinos en España que podré publicar pronto. Tal vez más adelante se me vaya ocurriendo algo acerca de otros grupos de extranjeros.

En resumen, que escribo todo este rollo sólo para decir que sigo aquí (bueno, ahora mismo ejerciendo de extranjero en Francia, pero aquí en la red) y para anunciar que voy a intentar recuperar un poco la actualización del blog. De paso aprovecho para meter con calzador en esta entrada dos cosas. En primer lugar, una recomendación: "Naciones y nacionalismo desde 1780", del inefable Eric Hobsbawm, que acabo de leer y que me ha parecido magnífico. En segundo lugar, una famosa cita que me he encontrado por aquí leyendo sobre inmigración pero que está expuesta en Ellis Island, la historia que se atribuye a un inmigrante italiano: "Vine a América porque me habían dicho que las calles estaban pavimentadas de oro, pero cuando llegué aquí descubrí tres cosas. Primero, que las calles no estaban pavimentadas de oro; segundo, que no estaban pavimentadas en absoluto; tercero, que era yo el que tenía que pavimentarlas".

Hale, volvemos enseguida.